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Antonio Casado da Rocha

Más con menos

Profesor e investigador en Ética Contemporánea

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 10/02/2022

Antonio Casado da Rocha
Antonio Casado da Rocha. Foto: Nagore Iraola. UPV/EHU.

Nunca se sabe para qué servirán los datos, pensamientos y acontecimientos registrados en un simple cuaderno. Sirva un ejemplo: a partir de 1852, el escritor norteamericano Henry David Thoreau anotaba en su diario la fecha de floración de ciertas plantas silvestres en primavera, así como la eclosión de las hojas de los árboles. Comparando sus datos con los actuales, un equipo de botanistas y ecólogas-biólogas no sólo ha confirmado que el cambio climático afecta a esos dos fenómenos, sino también a su interacción mutua, generando un desfase pernicioso para esas especies. Como las hojas de los árboles responden más rápido al aumento de la temperatura, las plantas silvestres del sotobosque reciben menos luz que antes, lo cual reduce su fitness (Heberling et al. 2019).

Es sabido que en Japón llevan siglos registrando la floración de los cerezos, y que a lo largo del siglo XX esa fecha se ha ido adelantando progresivamente, casi dos semanas en cien años. Sabemos mucho menos sobre el impacto de esos cambios en otras especies, o en la nuestra. Somos más interdependientes de lo que pensábamos antes de la pandemia, eso seguro.

Volviendo a Thoreau, esa costumbre del diario se le volvió tan absorbente que el 9 de agosto de 1854, el día en que se publicó su gran libro, ‘Walden’, se limitó a anotarlo en una línea junto con la aparición de bayas de saúco y el color amarillo en Celastrus scandens. Ahora que Walden acaba de ser traducido al euskera (y al castellano también, en una nueva edición de bolsillo), podemos leerlo no sólo por la calidad literaria de sus observaciones, sino por tres razones relacionadas con el cambio climático.

Dos nuevas ediciones de un clásico

Contra el tópico de que se trata de la crónica de un ermitaño antisocial y falsamente autosuficiente, las nuevas traducciones nos presentan Walden como una investigación situada e interactiva sobre la clase de economía que nos permitiría vivir y convivir mejor con otras especies (incluyendo a la humana, por supuesto).

Para la edición en lengua vasca que se ha publicado el pasado diciembre me pidieron un prólogo que facilitase la lectura de todo el libro. El problema es que Thoreau colocó al comienzo del libro su capítulo más largo y difícil, el que se llama precisamente ‘Economía’. En él realiza una crítica al capitalismo extractivista en las plantaciones del Sur, pero también en las factorías del Norte. Y proporciona argumentos para evitar la explotación mediante un reajuste de los deseos: aprender a vivir con menos y así poder vivir más y mejor, aunque no sin dudas. Como puede leerse en un reciente artículo en la revista Nature (Burgess et al. 2021), la cuestión sigue abierta para muchos economistas y científicas sociales: ¿cómo prepararnos para una más que posible ralentización del crecimiento económico que caracterizó el siglo XX? ¿Qué consecuencias tendrá?

Etimológicamente, “economía” significa “las normas de la casa”. Thoreau explora la ética sobre la que descansa toda economía: la manera de concebir las prioridades de una sociedad. En ese sentido, el retiro de Walden consistió sobre todo en probar maneras diferentes de organizar la vida para ganar tiempo de estudio, escritura, conversación y contemplación, y hacerlo sin externalizar los costes.

Puede parecer radical, pero no es nuevo. “Enough is as good as a feast”, uno de los refranes recogidos en 1546 por John Heywood, y que aparece hasta en Mary Poppins, es una idea que se puede encontrar ya en la obra de Eurípides, y Aristóteles la recogió en su distinción entre la economía (actividad dirigida a la satisfacción de necesidades) y la crematística (dirigida a la mera adquisición de dinero o riquezas). Como añade el novelista de ciencia-ficción Kim Stanley Robinson, lo suficiente no sólo es bueno: es mejor aún, porque los excesos provocan dolor.

Investigación para vivir mejor

La segunda razón para volver a Walden es que se trata de un ejercicio de innovación social. Y para afrontar una crisis sistémica (energética, climática, migratoria, etc.) necesitamos buscar soluciones con rapidez y socializar lo antes posible el conocimiento que genere la experimentación. De lo contrario, el coste en vida y en vidas puede ser muy alto.

En un tiempo en que la ciencia no estaba tan profesionalizada o especializada como ahora, Thoreau ejerció y defendió un derecho humano básico: el derecho a la investigación. Un derecho no meramente formal, sino material, basado en infraestructuras y prácticas concretas. Por eso, además de recoger datos en su diario, acudía a la biblioteca de Harvard, lo que le permitió mejorar sistemáticamente el método de producción de lápices que mantenía a su familia, entre otros trabajos.

Esa idea del “derecho a la investigación” ha sido desarrollada por el antropólogo indio Arjun Appadurai y conviene recuperarla en el contexto de la lucha contra el cambio climático. En un mundo volátil, complejo e incierto, tenemos mucha información, pero también mucho ruido, mucha ambigüedad, y la ciudadanía puede perder la capacidad de generar y aplicar los conocimientos necesarios para sobrevivir en un mundo así.

El trabajo empírico —documentar y registrar, obtener y poner los datos al alcance de quien los necesita— es el primer paso. Pero también hace falta conceptualización y teoría filosófico-política para entender lo que está pasando y proponer soluciones fundadas en una economía al servicio de las capacidades humanas y compatibles con lo que nos dice la ciencia sobre estos procesos globales: nuevas maneras de entender el trabajo, el bienestar, la democracia o la convivencia en el Antropoceno. Y para eso no hace falta irse muy lejos: esas cuatro son las líneas de trabajo que la UPV/EHU está desarrollando en Arantzazulab junto con las otras universidades vascas. Ni tampoco hace falta volver al siglo XIX, sino que podemos recurrir a los recientes trabajos sobre la “economía rosquilla” de Kate Raworth, o los de Marina Mazzucato sobre el Estado emprendedor, entre muchos otros.

Abramos un cuaderno nuevo; el futuro está aquí y tenemos mucho por hacer. El clima no es la única emergencia, pero todas están interrelacionadas en la economía y la salud globales. Y esa es la tercera razón para leer a Thoreau hoy: las Humanidades también tienen algo que aportar a la lucha contra el cambio climático, especialmente cuando hacen de puente entre las ciencias naturales y las sociales. En la UPV/EHU estamos trabajando en ello, por ejemplo, en la serie de coloquios ENLIGHT sobre cambio climático, en cuya edición del 12 de enero tuve la oportunidad de participar.

 

Referencias

Burgess MG, Carrico AR, Gaines SD, Peri A, Vanderheiden S. 2021. Prepare developed democracies for long-run economic slowdowns. Nature Human Behaviour 5(12): 1608-1621. DOI: 10.1038/s41562-021-01229-y

ENLIGHT Lecture Series: Tackling Climate Change: The Humanities Perspective (https://www.youtube.com/watch?v=33qM6Vn_p1o).

Heberling JM, MacKenzie CM, Fridley JD, Kalisz S, Primack RB. 2019. Phenological mismatch with trees reduces wildflower carbon budgets. Ecology Letters 22 (4): 616. DOI: 10.1111/ele.13224.

Thoreau HD. 2021 [1854] Walden. Madrid: Alianza. Trad.: Carlos Jimenez Arribas.

Thoreau HD. 2021 [1854] Walden. Iruñea: Katakrak. Itzul.: Danele Sarriugarte Mochales.