El error histórico que no se cometió
Mañana se cumplen 90 años de la aprobación del sufragio femenino
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Fecha de primera publicación: 30/09/2021
"No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven… Que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt, de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos, es caminar dentro de ella". El fragmento pertenece al discurso que Clara Campoamor pronunció el 1 de octubre de 1931 en el Parlamento español. Y consiguió su objetivo, logró que aquel hemiciclo en el que solo tres escaños eran ocupados por mujeres aprobara por 161 votos a favor, 121 en contra y 188 abstenciones, la propuesta de que las mujeres mayores de 23 años pudieran ejercer, exactamente igual que los hombres, el derecho al voto. Mañana se cumple, por tanto, el 90 aniversario del sufragio femenino.
En el Parlamento, Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, 1972), diputada del Partido Radical, defendió sola el derecho al sufragio femenino. Ni siquiera contó con las otras dos mujeres presentes: Margarita Nelken, del Partido Socialista, se oponía; Victoria Kent, del Partido Republicano Radical Socialista, defendió que, de aprobarse, solo debían votar las universitarias. A pesar de las apariencias, Campoamor no era un hecho aislado. “Hay un trabajo detrás de una serie de asociaciones de mujeres que se fueron formando desde principios del siglo XX. No era un movimiento sufragista a la manera del británico, ellas trabajaban como si fueran un lobby y a través de la prensa, con sus propias revistas feministas o también en periódicos de alcance nacional, difundieron el mensaje feminista. Clara es la punta del iceberg y la defensa que hizo en el Congreso fue fantástica, pero detrás de ella estuvieron mujeres como Benita Asas, Dolores Velasco de Alamán, Julia Pleguero, Carmen de Burgos, etc. Estas mujeres trabajaron durante más de veinte años para que el 1 de octubre de 1931 se concediese a las mujeres el derecho a voto”, explica la investigadora del Departamento de Historia Contemporánea María José Villa.
María José Villa: «Clara es la punta del iceberg, pero detrás de ella estuvieron mujeres que trabajaron durante más de 20 años por el derecho al voto»
No es que el tema del sufragio femenino fuera un ‘trending topic’ del momento, pero, según explica Villa, desde comienzos del siglo XX, las reivindicaciones feministas estuvieron muy presentes en la prensa y en los círculos intelectuales y en los años 20, los logros del feminismo anglosajón acrecentaron la presencia y el debate sobre el movimiento feminista. Y cuando en 1931 se proclamó la Segunda República “la igualdad entre hombres y mujeres, y el acceso al voto de estas fueron cuestiones que los partidos republicanos ya no pudieron obviar”.
Además de argumentos expresados en los debates previos a la aprobación (por ejemplo, Roberto Novoa, de la Federación Republicana Gallega, dijo: “La mujer es toda pasión, toda figura de emoción, es todo sensibilidad; no es, en cambio, reflexión, no es espíritu crítico, no es ponderación. ¿Cuál sería el destino de la República si en un futuro próximo, muy próximo, hubiésemos de conceder el voto a las mujeres?”), sorprende la abultada abstención registrada en la votación. “En primer lugar, debemos tener en cuenta que la idea de igualdad entre hombres y mujeres era todavía una cuestión muy controvertida. Realmente había pocos hombres que creyeran en la igualdad de las capacidades intelectuales entre hombres y mujeres, y que vieran a estas como sujetos válidos para ejercer en política o participar en ella. En segundo lugar, las mujeres carecían de derechos y libertades, por lo tanto, la mitad de la población, los hombres, controlaban totalmente a la otra mitad, y esa prerrogativa era difícil que la dejasen escapar. Por último, y esta fue la razón más esgrimida en los debates del Congreso, existió la creencia que las mujeres estaban sometidas a la voluntad de la Iglesia Católica y, por lo tanto, cuando pudieran expresarse en las urnas lo harían para inclinar la balanza hacia los partidos más conservadores y de derechas”, explica la investigadora.
MJV: «Fue un gran paso, pero no hubo tiempo para que esa igualdad llegara a la sociedad»
En cualquier caso, la aprobación del sufragio universal se plasma en la Constitución, y, aunque la mayoría de la legislación no llegara a ser cambiada, por emanación, las mujeres adquieren derechos políticos y jurídicos y dejan de ser consideradas menores de edad que necesitan del permiso de un familiar varón para poder tomar cualquier decisión vital. Sin embargo, el proceso hacia una sociedad igualitaria en España se truncó completamente con las elecciones de 1933, que dieron la victoria a la derecha republicana, y el inició de la Guerra Civil. Era un cambio impulsado desde arriba, que debía ir calando. “Fue un gran paso, pero no hubo tiempo para que esa igualdad llegara a la sociedad”, añade Villa. De hecho, como ella dice, queda camino por recorrer: “Las mujeres debemos probar constantemente nuestra valía, se nos cuestiona nuestra posición dentro de las instituciones solo por el hecho de ser mujeres. Creo que el feminismo habrá alcanzado su objetivo cuando no sea noticia que una mujer ocupa un puesto de poder, cuando la igualdad entre hombres y mujeres este totalmente normalizada y vivamos una igualdad real”, concluye María José Villa.
Y terminamos con quien comenzamos, con Clara Campoamor. No consiguió ser reelegida en las mencionadas elecciones de 1933, no fue admitida por Izquierda Republicana para poder concurrir a las de 1936, se exilió al estallar la guerra civil y solo pudo regresar, una vez fallecida, para ser enterrada en el Cementerio de Polloe, en Donostia / San Sebastián, en el panteón de la familia Monsó Riu. El año que viene se cumplirán 50 años de su muerte.