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Jesús Delgado Naranjo

Claves para una correcta gestión de la nueva epidemia de gripe

Profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública. Facultad de Medicina y Enfermería

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 19/10/2023

Jesús Delgado Naranjo
Jesús Delgado Naranjo | Foto: Mitxi. UPV/EHU.

La gripe es una infección provocada por el virus influenza que periódicamente ocasiona brotes en diversas especies como aves y mamíferos, entre los que se encuentra el ser humano. Pese a ser un virus conocido, su comportamiento a nivel epidemiológico no está exento de complicaciones y situaciones de emergencia sanitaria a escala global. Aunque en la población humana, generalmente, supone un proceso leve y reversible (caracterizado por fiebre, clínica respiratoria y malestar general) puede suponer un peligro para personas, especialmente vulnerables. Entre los factores de riesgo que conllevan mayor vulnerabilidad frente a la gripe se encuentran: edad avanzada, embarazo, patologías crónicas de base, procesos oncológicos, cardiopatía, tratamiento inmunosupresor y otras patologías graves.

En esas personas, el virus puede inducir una desestabilización de su proceso de base o tener un comportamiento especialmente virulento y, en ambos casos, puede generar consecuencias graves e irreversibles. Con menor frecuencia, personas totalmente sanas y sin factores de riesgo conocidos pueden ver comprometida su salud de un modo importante y requerir hospitalización. Esas hospitalizaciones, además, pueden producirse en un corto intervalo de tiempo y llevar al colapso del sistema sanitario. Por todo ello, no se puede banalizar la gripe, ni sus consecuencias, tanto por su morbilidad como por su mortalidad. Además, la cocirculación de la gripe junto a Coronavirus SARS-CoV-2, VRS (virus respiratorio sincitial) y otros virus respiratorios puede contribuir a empeorar la situación basal de pacientes vulnerables y generar situaciones epidémicas complicadas de gran impacto en la salud pública.

El modelo probabilístico de transmisión del virus gripal es complejo. En una persona adulta inmuno-competente, la probabilidad de transmisión es máxima el día previo al inicio de los síntomas, permaneciendo en niveles extremadamente altos hasta la aparición de la fiebre. Desde el primer pico febril, que suele ser durante las primeras 48 ó 72 horas tras el inicio de los síntomas, se produce un descenso drástico de la probabilidad de transmisión, debido a su menor capacidad de replicación.  A partir del quinto día la probabilidad de transmisión es mínima (1), permaneciendo asintótica entre 7 y 12 días (2). El hecho de que el virus sea más transmisible en las primeras etapas, especialmente en la fase asintomática, le confiere una capacidad de diseminación muy elevada que caracteriza su estrategia biológica de expansión. Pese a la existencia de tratamientos antivirales específicos, su eficacia puede verse comprometida, dado que deben ser instaurados al inicio de los síntomas para que sean efectivos. Posteriormente el tratamiento es de mero soporte.

El mecanismo de transmisión principal de la gripe es mediante gotas (partículas de tamaño superior a cinco micras) que se emiten al hablar, estornudar y toser. Por ello, el establecimiento de una distancia de seguridad resulta fundamental para evitar el contagio. Otro elemento esencial paradigmático de la prevención es la adherencia a las precauciones estándar o normas higiénicas básicas, entre las que destaca la higiene de manos con agua y solución jabonosa, o mediante fricción con preparados de base alcohólica. Otra medida es la correcta utilización de la mascarilla, cuando no es posible mantener la distancia de seguridad, en entornos especialmente vulnerables.

Por todo ello, la prevención de la gripe, constituye el pilar esencial sobre el que se asienta el control de esta epidemia. La estrategia básica de prevención consiste en frenar la transmisión del virus. Para ello, teniendo en cuenta el ciclo de transmisión del virus, es importante proceder al aislamiento precoz de los casos en las fases tempranas que son las de mayor probabilidad de transmisión. Un error muy común es considerar que el virus se transmite por igual en todos sus estadios. El rigor consiste en el aislamiento de los casos durante el periodo de máxima probabilidad de transmisión, acotando los tiempos de aislamiento al periodo de máxima transmisibilidad, permitiendo así un mejor aprovechamiento de recursos sanitarios y camas hospitalarias, y acortando la duración de las bajas laborales por gripe.

En la cúspide de la pirámide de prevención, está la vacunación. La estrategia de vacunación, por un lado, va dirigida especialmente a personas vulnerables, por tener uno o más factores de riesgo: edad, embarazo, puerperio, patología crónica, inmunodeficiencia, procesos oncológicos y otras patologías graves. Por otro lado, la estrategia se dirige a personas que pueden contribuir a disminuir la transmisibilidad y expansión del virus. En ese sentido, a partir de este año, siguiendo recomendaciones de la OMS a nivel internacional, se ha introducido como población diana la población infantil entre los 6 y 59 meses de edad. Al margen de su mayor vulnerabilidad, el objetivo de la vacunación de la población infantil es frenar la transmisión del virus en el ámbito comunitario, evitando casos secundarios en personas adultas pertenecientes a los grupos de riesgo, anteriormente indicados. Un tercer grupo es el de personas trabajadoras en servicios esenciales, cuya baja laboral podría conllevar situaciones críticas con una repercusión social importante.

La composición de la vacuna, durante la temporada 2023-24 en el hemisferio norte, ha sido seleccionada siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), basadas a su vez en el estudio epidemiológico de los tipos virales más frecuentes que han circulado hasta la fecha en el hemisferio sur. La formulación actual de la vacuna antigripal contiene virus análogos a: A/Victoria/4897/2022 (H1N1)pdm09 (nueva variante pandémica); A/Darwin/9/2021 (H3N2); B/Austria/1359417/2021 (linaje B/Victoria); B/Phuket/3073/2013 (linaje B/Yamagata) (3). La nomenclatura, anteriormente expresada, sugiere la gran variabilidad de tipos virales de gripe que pueden circular a priori y la dificultad de que el tipo viral que circule finalmente coincida con las previsiones.

No obstante, la prevención va más allá del mero objetivo de reducir la morbilidad y mortalidad asociadas a la gripe. Disminuir la transmisibilidad, implica restar oportunidades de cambios genéticos en el virus que le podrían conferir mayor virulencia, aumentando su morbilidad y mortalidad. Además, el freno a la expansión del virus disminuye la probabilidad de que el virus pase de una especie animal al ser humano, evitando la aparición de nuevas variantes más agresivas, debidas al salto de especie. Con ello, se limita la aparición de brotes que pueden derivar en situación de pandemia.

Por todo ello, la vacunación, en combinación con las medidas preventivas anteriormente descritas, constituye una medida efectiva de gran impacto en salud pública. Los beneficios de la vacunación no se circunscriben exclusivamente a la persona vacunada, sino que se extienden a todo su entorno, contribuyendo a disminuir la aparición de casos secundarios y controlar la epidemia de gripe a escala global.

 

Referencias bibliográficas

(1) A. Cori a, A.J. Vallerona, F. Carrat, et al. Estimating influenza latency and infectious period durations using viral excretion data. Epidemics Volume 4, Issue 3, August 2012, Pages 132-138.

(2) Fabrice Carrat, Elisabeta Vergu, Neil M. Ferguson, et al. American Journal of Epidemilogy, 2008, Vol. 167, No. 7.

(3) Coordinación de Programas de Salud Pública y Seguridad del Paciente Dirección de Asistencia Sanitaria, Osakidetza: Campaña de vacunación antigripal 2023.