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Pedro Ibarra

Burgos, hace 50 años

Abogado del Juicio de Burgos y catedrático (jubilado) de Ciencia Política

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 03/12/2020

Pedro Ibarra
Pedro Ibarra. Foto: Mikel Mtz. de Trespuentes. UPV/EHU.

Hace 50 años se celebró el Juicio de Burgos. Fueron juzgados por un tribunal militar, en el Gobierno de Burgos, dieciséis presos políticos, militantes de ETA o acusados de serlo. Cinco de ellos fueron condenados a muerte y, posteriormente, conmutada su pena por prisión a 30 años. El resto fueron condenados a penas de cárcel desde 12 a 70 años.

Un consejo de guerra era un tribunal compuesto por militares nombrados a dedo por la cúpula del ejército español que, sin ningún conocimiento de las leyes, juzgaba y condenaba a los súbditos civiles (en aquellos tiempos no había ciudadanos) que se oponían contundentemente al régimen franquista. Las sentencias eran pura y simplemente una reproducción de los informes hechos por la Guardia Civil sobre lo que habían hecho o dicho los procesados. Eso era la justicia franquista; militar, por supuesto.

El consejo de guerra de Burgos constituyó un juicio político: una movilización en favor y en contra de lo que se ventilaba en el juicio; paralelismo en el desarrollo de las sesiones en el consejo y el enfrentamiento político exterior; y unidad en el contenido de ambos enfrentamientos, interior y exterior.

El consejo de guerra tuvo una configuración muy especial. Se prescindió de toda técnica propia de la defensa clásica. La actuación de los abogados defensores estuvo especialmente dirigida a no operar como una cortina de humo que ocultase esa realidad de confrontación política. Así, los abogados, en permanente coordinación, utilizan su actuación en el consejo para impulsar y posibilitar la estrategia y discurso político de sus defendidos.

Respecto a las declaraciones de los acusados, estos optan por convertir el juicio en un acto político de denuncia radical al régimen dictatorial. Durante la fase de interrogatorio las respuestas de los presos ofrecen un panorama completo de la dramática situación política, económica y social en Euskadi. En una habitación del gobierno militar habilitado para sala de justicia, los dieciséis acusados de ETA se convierten en acusadores contra el Estado fascista español. El momento de más tensión y más recordado fueron las manifestaciones finales de los presos en contra del régimen, en favor de la libertad de Euskadi, etc., culminado con el cántico de todos ellos del Eusko Gudariak.

Mi vivencia: la emoción de estar dentro de un evento que se estaba convirtiendo en el acontecimiento de España, y también internacional. La sensación de estar en el meollo, aunque era evidente que, en las apasionantes discusiones estratégicas que teníamos en el hotel donde vivíamos todos los abogados, nosotros (los más jóvenes e inexpertos) estábamos más bien callados frente a los demás colegas. Se nos encargó la misión de informar al exterior acerca de qué es lo que estaba ocurriendo en Burgos y, especialmente, qué era lo que denunciaban y exigían lo presos. Eso era una tarea emocionante porque había que montar redes y sistemas de contacto, en ocasiones peligrosas, dados los tiempos. Emoción y miedo: la insoportable tensión. Tras ocho días de sesiones se acabó el juicio. Al volver andando desde el Gobierno Militar al hotel, no pude contener el llanto durante todo el trayecto.

Recuerdo el carácter de confrontación política, la movilización popular y, por supuesto, política, que se dio en apoyo de los acusados. Huelgas y manifestaciones en Euskadi y en todo el Estado español. No solo abogados, intelectuales y estudiantes… Es el conjunto del pueblo y, especialmente, la clase obrera quien va a la huelga general.

El proceso de Burgos supuso la puesta en marcha de un nuevo escenario y, al mismo tiempo, de un proceso de confrontación contra el régimen. Tan solo recordar en ese sentido que las vacilaciones y debilidades mostradas por el régimen franquista frente a la fuerza y convicciones con que se defendieron “los de Burgos” y, sobre todo, en el frente de movilizaciones de apoyo a los mismos generaron la esperanza (y en muchos sectores la seguridad) de que el régimen franquista era vulnerable y abatible.

Por otro lado, la ETA de Burgos aparece, si no como un líder, sí como una organización de referencia central en la confluencia ante el régimen de todos los grupos, organizaciones y movimientos. Entre ellos, el emergente y crecientemente combativo movimiento obrero.

ETA era considerada una organización que formaba parte de la lucha colectiva dirigida a terminar con la dictadura. De hecho, operó como un catalizador de ese proceso de unidad en la confrontación. No formalmente, pero sí realmente. El acontecimiento de Burgos fue un momento en el que parecía tener sentido la percepción social de que se estaba construyendo un solo sujeto colectivo histórico, un pueblo que estaba alcanzando la hegemonía en el campo de conflicto.

El juicio de Burgos merece ser recordado por muchos de los actos del propio juicio y, especialmente, por las consecuencias sociales y políticas que tuvo.

También conviene recordar la arbitrariedad constitutiva del sistema judicial militar y su dependencia absoluta de las políticas represivas del régimen dirigidas contra sus opositores. Un recuerdo que da pie para compararlo con el actual sistema judicial. Sin duda, distinto. Aunque hoy, sin embargo, también hay momentos procesales, supuestas pruebas, decisiones de jueces, que “en algo” sí recuerdan a aquellos malditos tiempos. ¡Vaya por Dios!