La pandemia de la COVID-19 marcará el discurrir del ‘V Congreso Internacional de Estudios del Desarrollo: Desafíos al Desarrollo: procesos de cambio hacia la justicia social’ que comenzó ayer mismo. De hecho, el coronavirus ha obligado a trasladar el encuentro físico en Bilbao a un espacio virtual, se ha colado en las ponencias principales y hasta ha provocado la necesidad de organizar una mesa redonda para analizar su impacto.
Karlos Pérez de Armiño y Jorge Gutiérrez Goiria, miembros del comité organizador del V Congreso Internacional de Estudios del Desarrollo
«Los países considerados desarrollados no lo están de una forma apropiada»
- Entrevista
Fecha de primera publicación: 28/05/2020
Karlos Pérez de Armiño es profesor de Relaciones Internacionales y director del Instituto Hegoa de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional de la UPV/EHU, y Jorge Gutiérrez Goiria es profesor de Economía Financiera de la UPV/EHU y presidente de la Red Española de Estudios del Desarrollo (REEDES). Ambos, representantes de las entidades que organizan este evento analizan en esta entrevista si hay un antes y un después de la pandemia en el ámbito de la cooperación internacional.
El título del congreso (Desafíos al desarrollo: procesos de cambio hacia la justicia global) apunta a que el concepto de desarrollo está cuestionado o, al menos, sometido a tensiones. ¿Qué pasa con él?
Jorge Gutiérrez: Los procesos de desarrollo económico y social, tal como se entienden en nuestro ámbito de estudio, hace tiempo que vienen presentando algunos inconvenientes, que no presentan señales de mejora. La persistencia de problemas globales, como las enormes desigualdades, o las cuestiones ambientales, vienen a mostrar claramente que tampoco los países considerados “desarrollados” lo están de una forma apropiada, y que el propio concepto de desarrollo debe repensarse.
«Han emergido diferentes enfoques que buscan superar la idea misma del desarrollo, sectores del ecologismo plantean la necesidad de un decrecimiento»
Karlos Pérez de Armiño: El debate sobre la concepción del desarrollo y sus políticas tiene más de medio siglo, aunque últimamente se ha enriquecido con nuevas perspectivas. La concepción convencional lo ha interpretado como procesos de mero crecimiento macroeconómico (más producción, más renta per cápita, etc.), lo cual ignoraba dos cosas: que tales procesos dejan insatisfechas las necesidades básicas de parte de la población y que el crecimiento daña al medio ambiente, pues los recursos naturales son finitos. Por eso surgieron dos concepciones alternativas, como son el desarrollo humano, el que disfrutan las personas en su vida diaria (en forma de salud, educación, etc.), y el desarrollo sostenible, que preserva los recursos naturales. Por otro lado, recientemente han emergido diferentes enfoques que buscan superar la idea misma del desarrollo. Por ejemplo, los estudios decoloniales latinoamericanos lo rechazan por atribuirle un sesgo occidental que choca con la cosmogonía de los pueblos indígenas, proponiendo como alternativa el “buen vivir”. A su vez, sectores del ecologismo plantean la necesidad de un “decrecimiento” para preservar el planeta.
La COVID-19 ha obligado a trasladar el encuentro físico en Bilbao a un espacio virtual, se ha colado en las ponencias principales y hasta ha provocado la necesidad de organizar una mesa redonda para analizar su impacto. ¿Hay un antes y un después de la pandemia?
K.P.A: Sería un error pensar que el mundo va a ser radicalmente diferente. Sin duda la pandemia traerá importantes cambios, pero ocurrirán sobre la base de problemas ya existentes. La pandemia seguramente agravará desigualdades e injusticias, pues golpeará con más dureza a quienes peor están ya y carecen de un sistema de salud apropiado o viven y trabajan en condiciones precarias. Por eso, pondrá en cuestión diferentes problemas en torno al modelo de desarrollo, producción y consumo imperante.
J. G.: Creemos que va a hacer impostergables algunos debates que estaban latentes: la cuestión de la mercantilización en los diferentes ámbitos de la vida, así como el papel del estado y el mercado; la renta básica; la gobernanza internacional y la necesidad de nuevas formas de abordar conjuntamente crisis globales; la cuestión de los cuidados…
¿Qué consecuencias puede tener –o está teniendo ya- esta enfermedad para la cooperación al desarrollo?
J.G.: Ante una situación como la actual, con un virus que no conoce fronteras y una pandemia sin precedentes, es evidente que la cooperación internacional puede ser la clave para un buen abordaje de la situación. Paradójicamente nos encontramos más bien con reacciones contrarias a esta idea, que van desde la retirada de apoyo a la OMS por parte de EEUU, a actitudes lamentables en cuanto al suministro de test, mascarillas y otro equipamiento básico. Esperamos que, tras estos momentos de confusión, pueda reforzarse la idea de la necesaria cooperación internacional, especialmente en el caso de crisis globales. Esto afectaría tanto a la actual pandemia (y otros posibles problemas de salud futuros) como a otras cuestiones que requieren respuestas globales: cambio climático, fiscalidad internacional…
«La crisis económica llevará a los gobiernos donantes a reducir sus presupuestos para la cooperación»
K.P.A.: Además, cabe temer que la crisis económica lleve a los gobiernos donantes a reducir sus presupuestos para la cooperación, justo cuando ésta sería más necesaria que nunca.
La virtualización del congreso ha venido impuesta por la actual situación, pero ¿no teméis que la falta de encuentro físico podría quizá restar interés al congreso? ¿cómo habéis afrontado este problema desde la organización?
J.G.: El estado de alarma nos alcanzó en pleno proceso de evaluación de las propuestas de comunicaciones y posters, casi 400. Nos planteamos las diferentes opciones y decidimos que merecía la pena seguir adelante en formato virtual.
K.P.A.: Sí, qué duda cabe que perderemos el encuentro físico entre colegas, que además de gratificante permite el conocimiento personal y pergeñar nuevos proyectos. Las cuatro ediciones anteriores de este congreso han sido presenciales, lo cual ha sido importante para ir consolidando los estudios del desarrollo como un campo académico, con lo que eso supone: redes de colaboración, publicaciones especializadas, proyectos compartidos. Es un campo muy arraigado en otros países de Europa, pero mucho más joven aquí. De todas formas, la virtualización del congreso también conlleva ventajas. La primera es no tener que cancelarlo y permitir la discusión en torno a multitud de comunicaciones e investigaciones ya realizadas. Además, va a facilitar la participación de muchas personas, sobre todo de las que proceden de América Latina, que suponen un tercio del total, y de muchas inscritas como oyentes. Incluso permite hacer un congreso más sostenible.
Además del impacto de la COVID-19, ¿qué temas se tratan en un congreso sobre desarrollo como este?
K.P.A.: Los estudios de desarrollo se caracterizan por un abordaje amplio y multidisciplinar de múltiples problemáticas y procesos relativos a las políticas económicas, el bienestar, la articulación de la sociedad civil, la gobernanza global, los conflictos y la paz, la educación para la ciudadanía global, la sostenibilidad, los aportes feministas, etcétera. Todo ello en un total de 15 líneas temáticas.
¿Cómo habéis afrontado los aspectos técnicos del paso a un formato virtual?
K.P.A.: La virtualización nos ha generado cierto vértigo, nos ha supuesto adentrarnos en un terreno desconocido. Pero hemos ido superando cada etapa gracias al asesoramiento técnico externo y a la entrega de muchas personas implicadas, en especial el personal y el PDI de Hegoa.
J.G.: Las cuestiones técnicas nos han supuesto un reto importante y un esfuerzo adicional, pues hemos tenido que habilitar la infraestructura on-line para la participación de más de 450 personas, entre participantes, asistentes y organizadoras, y la realización de casi 50 sesiones entre plenarias y mesas paralelas de las 15 líneas temáticas. Medio centenar de personas, entre miembros de la organización y coordinadoras de sesiones, hemos recibido una capacitación básica para el gestionar las plataformas virtuales en las que tendrá lugar el congreso.
Karlos Pérez de Armiño, el Instituto Hegoa que dirige es referente en la construcción de pensamiento en torno al desarrollo, la cooperación internacional y la solidaridad en Euskadi desde hace más de tres décadas. ¿Cuáles son sus perspectivas de futuro?
K.P.A.: El trabajo que realiza Hegoa cobra aún más sentido en el nuevo escenario. Como decíamos, la pandemia traerá un aumento de las desigualdades, de diferentes formas de violencia y de conculcación de los derechos socioeconómicos. Pero también conlleva una oportunidad para repensar críticamente el modelo de desarrollo, las políticas públicas o la cooperación internacional. En suma, para impulsar procesos de transformación hacia modelos más equitativos, justos y sostenibles. Esta es precisamente la orientación del trabajo de Hegoa, como instituto de la UPV/EHU, que llevamos a cabo a través de la investigación, la formación, la asesoría y la incidencia, conectando la universidad con diferentes agentes sociales.
Jorge Gutiérrez finaliza su mandato como presidente de REEDES en este congreso. ¿Cuál es su balance de este periodo y qué tareas cree que quedan pendientes para las entidades que se dedican a investigar sobre temas de desarrollo?
J.G.: El balance de la actual junta directiva es muy positivo, tanto en lo que se refiere a la base social (más de 230 investigadores/as y más de 30 instituciones socias, principalmente universitarias, pero también de otros ámbitos como la sociedad civil) como en los congresos celebrados, la evolución de nuestra Revista Iberoamericana de Estudios de Desarrollo o las actividades desarrolladas internamente o en red con entidades afines. Creo que este tipo de estudios, con una base multidisciplinar, orientados a la práctica y a resultar útiles a la sociedad tienen todavía que avanzar en su reconocimiento e impulso, venciendo algunas dificultades e inercias.