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JULIANTXO IRUJO (Parte II)

Perfil Artístico

Juliantxo en su práctica pictórica aplicaba una mirada holística, teniendo presente que son múltiples los enfoques desde donde se puede ver y sentir la pintura y, de modo abierto puede considerarse como una fórmula para el entrenamiento de la mente, con el fin de poder profundizar en otras perspectivas de la realidad, quizás más radicales, si entendemos la “mente” no sólo como capacidad cognitiva sino, en un sentido más amplio, intelecto y sentimiento, cerebro y sensibilidad.

Técnicamente, sus obras están pintadas con procedimientos diversos, óleo y acrílico, entre otras técnicas y; sobre distintos soportes, lienzo, madera, papel, etc. Juliantxo conocía a la perfección los entresijos de estas técnicas y, desde sus inicios exploró nuevas formas expresivas, como las basadas en la incompatibilidad de medios y en un procedimiento de transferencia en frío que desarrolló en su último proyecto “Impresiones y Transferencias”.

TRÍPTICO. 2011. Acrílico y óleo sobre madera. 200x246cm.

Su obra es en parte experimental y en ella, plantea una pintura hecha en la confluencia de los caminos andados, desde la maestría y la experiencia vital, intensificando la vida de la persona, como se puede apreciar, especialmente, en sus últimos cuadros.

En su pintura hay implicadas emociones profundas que pueden plantear un contraste de conceptos entre apariencia y realidad. Sin embargo, solía argumentar que saber mirar un cuadro es también, indagar en la realidad y apreciarla en su complejidad, disfrutándola, de modo que la experiencia con el arte no sea solo un adorno, ni un entretenimiento, sino un lugar desde donde articular la sensibilidad, la naturaleza y la vida cotidiana.

Detrás de la afirmación “pararse a mirar un cuadro no tiene porqué ser aburrido”, entiendo que hay una consideración respetuosa por la obra del artista, en el sentido del tiempo que dedica a su elaboración en el estudio. Por tanto, las obras precisan de una mirada atenta, reflexiva y abierta a multitud de interpretaciones. Solía poner el ejemplo del número de publicaciones que hay escritas con puntos de vista diferentes sobre grandes obras de la pintura, como por ejemplo “Las Meninas” de Velázquez.

En otro contexto, referido a las obras maestras de la pintura, donde reflexionaba sobre los juicios de valor que sobre ellas se difunden y que tienen que ver más, con intereses especulativos o con creencias y gustos particulares, que con las aportaciones humanísticas de cada artista. Comparando la obra de Velázquez con la de Vermeer, lo importante está en descubrir aquello que ambos artistas nos aportan con sus distintas miradas, más que discernir quién es superior.

Aprender a mirar, analizando desde distintos enfoques las obras pictóricas, nos lleva a eliminar los prejuicios que en torno a ellas pueden haberse producido, dado que las formas estereotipadas de antemano, pueden muchas veces, alejarnos de lo que el artista quiere decirnos en el cuadro. Se trata de abrir una ventana a la interpretación, teniendo presente que la ambigüedad en las obras de arte, pueden suscitar lecturas diferentes, poniendo incluso en cuestión nuestras propias creencias artísticas.

Por otra parte, también dejó escrito: “un cuadro no es un jeroglífico descifrable, sino una fuente de la cual puede beberse cada vez agua distinta, o un bosque por donde se puede pasear siguiendo diferentes senderos”. Alude en sus publicaciones a nuestro común amigo, el artista y docente, José Luís Tolosa, del que dijo sentirse agradecido, pues fue su profesor de semiótica y de pintura y quien le enseñó que la pintura como la poesía no es un lenguaje. Argumentando que la poesía es una manera estética de emplear el lenguaje hablado y la pintura es una forma estética de usar los recursos del lenguaje o sistema visual”. No obstante, Juliantxo defendía que para crear una metáfora visual y explicar mejor los cuadros, lo mejor es recurrir a la sutileza solo percibida mediante una fina sensibilidad, denominada también intuición.

En ningún caso, Juliantxo pretendía en su obra plantear el significado de un cuadro, sino explicar cuáles son sus potencialidades significantes, es decir, con qué recursos expresivos cuenta el pintor. Recuerdo una ocasión que, comentando en uno de sus cuadros el principio del proceso básico, me hizo una demostración “in situ” de la técnica empleada indicándome los pasos técnicos y su modo de proceder. Pude entonces comprobar “en directo” la reacción que se producía con la materia pictórica, cómo surgían las formas y se conformaban, simultáneamente, los distintos colores de los pigmentos y la textura, de modo similar a lo que estaba pintado en el cuadro.

Juliantxo se posicionaba en favor del pintor como protagonista principal de la pintura, distante del plano que ocupan historiadores del arte, sociólogos y demás, quienes aportan datos y puntos de vista sumamente interesantes sobre las obras de arte, pero no siempre llegan a entender las técnicas y los procesos implicados en el saber hacer de la pintura. Solía comentar que nuestra mirada convierte los colores, las formas y las texturas en pantallas donde imaginamos la vida transcurrir.

Además, se consideraba un pintor expresionista y solía comentar que también había pretendido la locura de adoptar al mismo tiempo una actitud reflexiva y crítica, para evitar pensar que entre el espíritu y la mano hay una “línea directa”, para no creer que la mano sea un sismógrafo de la emoción. “Si he dedicado mi vida a explorar la pintura ha sido porque creo en su capacidad para hacer aflorar los deseos, las emociones, las inquietudes y las reflexiones que conforman nuestro paso por la vida”. Asimismo, defendía con argumentos sólidos que no era un pintor formalista, pues en su práctica pictórica, parte del supuesto de que el color, la forma y la textura, poseen un valor significante y no pueden disociarse de lo conceptual.

Juliantxo explicando su obra

Para Juliantxo el hecho de exponer en museos y espacios patrimoniales, no consistía solo en presentar las obras, sino que se trata más bien de un proceso de comunicación complicado, donde además de otros actores, como comisarios, patrocinadores o políticos, están los visitantes de a pie, a los que solía documentar con sus explicaciones, queriendo compartir con ellos valores de significación cultural. En sus exposiciones tenía reservado en la agenda un horario de citas para explicar a los visitantes interesados lo que acontecía en sus obras, cómo estaban pintadas, la técnica y las fases de realización, respondiendo sin guión a cualquiera de las preguntas que le formulasen, cuadro a cuadro, explicado con un gran lujo de detalles.

Le interesaba que se comprendiese su obra. Pensaba que la divulgación es un valor adicional y, por tanto, ésa era una oportunidad para mostrar el saber que encierra la pintura, queriendo desmitificar la creencia frecuente que hay en nuestra sociedad de pensar que el artista es un creador de obras de arte herméticas y, que tiene, como consecuencia, la incomprensión del arte actual por parte del gran público. Acabar con este falso mito pudo ser uno de sus objetivos. Juliantxo, desde el punto de vista artístico, nos aporta una obra personal y de calidad, como se demuestra en las 26 exposiciones pictóricas individuales e innumerables colectivas. Fue un pintor excelente.

Fernando Mardones

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