Los últimos proyectos realizados por Iñaki Gracenea han tenido como hilo conductor la videovigilancia, pulsando conceptos como la violencia, la libertad, el control y la intimidad. Sus proyectos P/M/P, Fünf Cams, o Shadows, han puesto en cuestión diferentes aspectos de la videovigilancia con todas las contradicciones que plantea esta práctica, supuestamente disuasoria para la comisión de delitos, pero, a su vez, recorte de derechos y libertades de los ciudadanos. El interés que suscitan en Iñaki Gracenea las circustancias que produce la videovigilancia como herramienta de poder, viene acompañada en los diferentes trabajos que ha realizado por la utilización de la pintura; entendiendo esta disciplina como un medio transversal y dirigido a cuestionarse como se crean las imágenes y el valor de las mismas. Estos trabajos plasman desde diferentes ángulos diversas estructuras de control, donde el artista ha transitado desde la virtualidad de las imágenes a los sistemas de control que invaden nuestro entorno.
“Memorabilia”, título de la exposición que presenta, plantea una serie de imágenes y objetos basados en situaciones y acciones violentas. Expuestos a modo de colección, la carga simbólica de nuestro imaginario en relación a esos actos queda confrontada con el aspecto de las obras. Estas pequeñas colecciones manifestan la violencia (pasiva y activa), la libertad, el control, el individuo, el grupo, la comunidad, el castigo, la rutina … pero se nos ofrecen desde la belleza de lo coleccionable, en algunos casos casi cercanas a la idea del souvenir. Cuadros, dibujos, bajorrelieves, esculturas, estructuras y grabados se convierten en planos, postales, porcelanas, bandejas, orfebrería y hojas de archivo.
Una amplia selección de prisiones del siglo XIX dispuestas junto a unas bandejas con los planos de las plantas de las mismas nos introduce en este universo. Las vistas de las prisiones pintadas en blanco y negro crean una amalgama de formas casi orgánicas, prisiones que derivan del panóptico de Bentham y que se van construyendo con diferencias estéticas pero manteniendo un mismo esquema. Entre todas ellas existe una relación estructural, podríamos decir que se sitúan dentro de un mismo género pero pertenecen a diferentes especies. Las imágenes de las prisiones a modo de postal y al lado las bandejas (conmemorativas) de comida con el plano de la prisión grabada y la fecha de creación de la prisión. Dos situaciones de castigo, el espacio en el que están encerrados y la bandeja de comida como metáfora de la rutina diaria que le espera hasta el final de la pena.
Esta pieza que podríamos verla como punto de partida nos lleva a otra sala donde se nos ofrece una nueva prisión, las formas se semejan pero su factura nos indica que se trata de una construcción reciente, hay un cambio de registro en la imagen, a su lado diez armas de acero inoxidable nos acechan.
Estos objetos son réplicas de armas requisadas a reclusos, la transformación sufrida en estas con respecto a la precariedad de los originales potencia la imagen de herramienta para matar pero, de la misma manera, su factura nos devuelve nuevamente al acopio.
Por último llegamos a una mesa llena de objetos más o menos reconocibles de uso cotidiano, todos ellos pintados de la misma manera simulando un esmaltado que anula el uso práctico que pudieran tener. Ante la indefinición del porqué de este grupo, unos dibujos superpuestos a modo de archivo desordenado nos informan del uso que tuvieron estos enseres. Fueron parte de crímenes violentos, de una reacción violenta no pensada. Todos ellos contienen un arma “ready-made”.
Gracenea en su trabajo se ha centrado en cómo se construyen las imágenes, cómo las leemos y cómo las percibimos, en todo ello siempre ha buscado una extrañeza donde la imagen, el objeto, se reivindiquen a través del medio escogido. En este último proyecto recrea situaciones donde los datos, las huellas, las informaciones, posibilitan al espectador nuevas lecturas alejadas de esquemas predeterminados.
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