Este Jueves 16 a las 19h.30. es la inauguración de la exposición FLUOR , realizada por Alvaro Gil y José Castiella, en la Sala de Exposiciones de Juntas Generales de Bizkaia
En el catálogo de esta exposición Daniel Tamayo escribe lo siguiente :
Fluorescentes
Era habitual, hace un tiempo, que artistas vascos de cierta entidad manifestaran que El Arte no se puede enseñar; cuestionando así la validez de las Escuelas de Arte y más en concreto, de la Facultad de Bellas Artes del País Vasco, Facultad que este año celebra el cuarenta aniversario de su creación. Desde entonces cientos de estudiantes han finalizado esta carrera y un nutrido número de ellos ha mantenido, tras su paso por ella, un pulso firme con su actividad creativa.
Los tiempos han cambiado: hace medio siglo era habitual que el artista novel rehuyese acudir a la Escuela de Bellas Artes por dos razones: primera, era requisito imprescindible para el ingreso tener cursado el bachillerato, lo que ponía freno a muchos jóvenes talentos de la época que carecían de él; segunda, en aquel tiempo alentado por la palabra mágica Vanguardia, las Escuelas de Bella Artes estaban consideradas en los círculos artísticos como academicistas, retrógradas, reaccionarias y responsables de cercenar la libertad expresiva del alumno.
Nuestra Facultad es y ha sido, ante todo, un lugar de confluencia de múltiples sensibilidades que han convivido bajo el mismo techo. La misión de la Facultad no es únicamente aportar a la Sociedad artistas profesionales sino individuos capaces de trasmitir valores éticos y estéticos. Ciertamente el impulso creativo es innato en el individuo; solo un reducido grupo de alumnos llevan esa cualidad dentro de sí y menos aún los que llegan a desarrollar ese impulso con plenitud a lo largo de su vida. Compartir experiencias, habilidades, emociones y saberes en torno al Arte dentro de un espacio común genera un ambiente formativo positivo. El alumno tiene que soportar a veces materias que no le apasionan, pero los conflictos con el entorno académico serán un tentadero del que saldrá reforzada su personalidad.
La copiosa lista de artistas de video, infografía, multimedia, escultura, grabado, diseño, ilustración, pintura, cerámica…de mayor o menor renombre que han cursado Bellas Artes en estos cuarenta años debería ser una prueba irrefutable de que el ámbito universitario no merma las cualidades creativas del estudiante.
Buen ejemplo de ello son los jóvenes artistas José Castiella y Álvaro Gil que han pasado por la Facultad y que antes incluso de finalizar sus estudios, ya iniciaron su andadura expositiva. En esta ocasión presentan un proyecto compartido entre ambos titulado FLUOR.
En él concurren dos personalidades y dos maneras de hacer arte bien diferentes, pero con intereses tanto estéticos como ideológicos afines, propiciado todo ello en gran parte por su amistad.
Sus obras pertenecen a dos líneas artísticas dispares y se coaligan en el espacio físico conformando un conjunto de emotivo dinamismo.
Fluor (del latín fluere, que significa “fluir”) es el nombre del proyecto que hemos desarrollado conjuntamente para instalar en la Sala de Exposiciones de la Diputación Foral de Bizkaia.
Para nosotros Flúor pretende convertirse en una seña, en una especie de guía con múltiples connotaciones:
-Síntoma estético deslumbrante similar al de un neón o fluorescente.
-Sensación potente que estalla.
-Núcleo extrabrillante que desborda superficialidad.1
Por un lado tenemos el formalismo geométrico de Álvaro Gil; por otro, la figuración esencial de José Castiella.
Álvaro Gil juega caprichosamente con piezas de origen variopinto, ordenándolas sabiamente dentro de un contexto constructivo, alterando así su significado individual. Los elementos, al ser manipulados, pasan a pertenecer a una forma meramente estética y recreativa, aparentemente banal ligada al “hágalo usted mismo”.
En sus instalaciones se produce un diálogo entre lo bidimensional y lo tridimensional, estableciéndose entre ambos armonías y contrastes de alta intensidad.
Concurren en sus ensamblajes materiales diversos, preferentemente tomados de su entorno adyacente; recolecta objetos abandonados que al reinsertarse en un discurso estético, sustituyen su valor de uso por el de unidad compositiva dentro de un conjunto complejo, de artefacto inútil asumido como obra de arte, como ente contemplativo.
Gil no tiene problemas de identidad, ni esconde las influencias de otros autores. No precisa tener coartadas ni justificaciones para desarrollar un proceso que brota de la pasión hacia todos los materiales; sabe que de ellos depende que un día de taller sea un goce activo, que evolucione su técnica. Sabe que el éxito a futuro depende del desarrollo de esa capacidad manual de yuxtaponer signos volumétricos, de aderezar la factura del artefacto, de pulir con esmero los límites de la obra: una sabiduría multidisciplinar que reúne habilidades de ebanista, tapicero, albañil, soldador o de bricolajero de fin de semana.
En sus tinglados se combinan tanto volúmenes construidos por él como objetos reciclados, completos o fragmentados, con su aspecto original o retocados. El color proviene en muchos casos del propio objeto y en otros de un añadido epidérmico de pintura. Esta puesta en escena conjunta de esculturas y pinturas no establece jerarquías, la planitud no está subordinada a lo escultórico. El artista no descuida, en esta bipolaridad, la factura de ambas partes, que podrían, llegado el caso, disociarse y ser contempladas por separado, si así lo decidiese el autor.
Gil siente especial simpatía hacia quienes manipulan vehículos, transformándolos en artilugios cargados de simbolismo primario para exaltación y gloria de su ego estético. Esta forma de arte bruto, es una práctica universal que él estudia apasionadamente pues tiene presencia en su entorno cultural, en el peculiar sur de Navarra. Esta experiencia cultural le sirve para reflexionar sobre la difusa línea entre el Arte y las estéticas populares.
El proceso artístico que desarrollo actualmente se articula bajo una actitud bricolajista, tosca, barata, no menos preciosista y comprometida con lo manufacturado, propia de un garaje rural cochambroso,(…)
Interesado por aquellos fenómenos constructivos “situados” en la periferia del Arte, comienzo a indagar sobre sucesos plásticos asociados con la “baja cultura”, que finalizan en un goce perceptivo, (…) Resulta gratificante quedarse en la zona superficial de los objetos seriados, manipulando lo epidérmico mediante la incorporación de carcasas transformativas, adoptando una postura de “bricoleur”, utilizando lo que se tiene a mano. 2
José Castiella recurre a la pintura para ofrecernos ambientes de tenso dramatismo, que tienen sus raíces en el Barroco aunque quiere que cada cuadro sea una investigación formal en la representación. De esta forma busca la convivencia de distintas maneras de hacer en un mismo contexto, disfrutando con las formas de representación de la historia del arte. Ha pasado a importarle más el cómo lo pinta que el qué pinta, ya que hasta ahora había sido una pintura de contenido impregnada del tiempo actual, señalado por la manera de encuadrar las escenas, las poses de los personajes y, muy especialmente, la manera de bañarlos de misterio mediante una iluminación enigmática, una atmósfera cargada de artificialidad que denota la presencia de focos fluorescentes, pantallas de televisión, etc.
La Luz catódica, el color sintético industrial, los cuerpos iluminados por la luz artificial.
El cuadro que deja de ser ventana y se convierte en Interfaz, en pantalla. En casos muy concretos porque la mayoría de ellos son una ventana evidente. Desde esta ventana es de donde opero. (…)
La historia del arte nos ha dado un sinfín de investigaciones plásticas. De manifiestos de cómo debía ser la pintura, Yo quiero disfrutarlas, mezclarlas unas con otras, sentir cada una de ellas.
Inmerso en el mundo en el que vivo no puedo dejar de sentir un especial gusto por la luz artificial. Por los neones, los fluorescentes, las pantallas. Las fotografías pixeladas. 3
Su pintura propone distintos códigos en un contexto narrativo. El juego pictórico esta en integrarlos a través de la luz, el color o la forma. Investiga diferentes maneras de concebir el claroscuro que conforma y define los volúmenes, modelándolos con sutiles transiciones de color que abarcan desde el color puro al negro pasando por toda la gama de grises. En la escena, aparecen puntos de luz destellantes que acentúan la zona de máxima tensión en la obra.
Las pinturas de José Castiella son el resultado de su prolongado rastreo con el pincel tras las siluetas de sus figuras que no cesan de mutarse, camufladas entre el color, hasta encontrar su acomodo definitivo en el cuadro.
Aunque su necesidad de contar historias le obliga a tener previsto lo esencial de la representación por medio de bocetos antes de acudir a la tela, en el proceso de realización, las propias manchas de ajuste le van provocando cambios de rumbo, tanto de color como de forma. Esta conducta es propia de los pintores de raza, directos, inconformistas y tenaces, que huyen de resultados aparentes.
Castiella busca, tanteado denodadamente, un resultado ideal, un final de la partida que le haga vibrar harta la médula sin concesiones esteticistas ni atajos, sólo con la voluntad del explorador y el noble oficio de pintor.
El planteamiento de su obra está relacionado con el cine, la fotografía y el cómic. Alguien pude señalar que estos lenguajes son más apropiados para representar sus escenas, pero solo desde la pintura se puede percibir la investigación que desarrolla. Una investigación que trata de rastrear maneras de hacer de la historia del arte. Tratando de no tener coherencia en el modo de representar sus historias de una obra a otra como hasta ahora había estado trabajando.
Castiella se siente atraído por el oficio de pintor: el caballete, la paleta, la penumbra del taller, la apasionante historia de la pintura pero, sobre todo, pinta por que le sale del alma.
Daniel Tamayo
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