La variabilidad de las infecciones entre instituciones dificulta su abordaje
Guillermo Quindós, presidente de la Asociación Española de Micología y miembro del Congreso de Tendencias en Micología Médica (TIMM5) en Valencia, asegura que hay interés por prevenir infecciones fúngicas pero se desconoce qué especies provocan las patologías.
Entre los expertos existe un gran interés por prevenir, diagnosticar y tratar las infecciones, sobre todo las producidas por Candida y Aspergillus, pero la realidad es que existen dudas o incertidumbres sobre cuáles son exactamente las especies concretas que provocan las patologías en las distintas instituciones sanitarias y si existen diferencias entre ellas, según ha expresado Guillermo Quindós, presidente de la Asociación Española de Micología y miembro del comité ejecutivo del V Congreso de Tendencias en Micología Médica, en Valencia.
En este contexto, “conocer la fotografía real de la situación es muy importante y, por ello, instituciones como la Asociación Española de Micología, la Confederación Europea de Micología Médica y grupos como el de Estudio de Micología Médica, de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, están desarrollando una intensa labor. Además, estudios multicéntricos como el Fungemyca, coordinado por Javier Pemán, nos han permitido contar con una visión general de nuestro país, pero también parcial de las instituciones”, ha apuntado Quindós, catedrático de Microbiología de la Universidad del País Vasco.
El especialista ha apuntado que una de las principales conclusiones de estos trabajos es la gran diversidad y variabilidad que se aprecia entre las instituciones, lo cual dificulta evidentemente su abordaje.
Predominante
“Aunque Candida albicans sigue siendo la especie predominante en muchas instituciones, se aprecia también el ascenso de otras como la parapsilosis -más frecuente en pacientes pediátricos y se asocia a la utilización de catéteres o algún tipo de aparato biomédico que pueda ser implantable- o la glabrata -asociada a personas mayores-. Esa variabilidad, según Quindós, presenta un problema añadido relacionado con su abordaje farmacológico, ya que el perfil de sensibilidad a los antifúngicos de esas especies no habituales es peor que el que presenta la más habitual, la C. albicans.
“Ahora que estamos emocionados por el arsenal terapéutico disponible -equinocandidas, anfotericina B liposómica, nuevos azoles-, nos encontramos con que cada especie nos da un perfil diferente. Y aunque probablemente todos los fármacos sean útiles, debemos conocer exactamente el perfil de sensibilidad antifúngica en cada institución concreta. Como ya apuntan las distintas guías de sociedades nacionales o europeas, la ampliación del arsenal debe ir unida a una individualización del tratamiento”.
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