Un techo de cristal es una barrera que impide o limita el desarrollo o crecimiento pero que no se percibe. En computación también podemos encontrar un techo de cristal que impide el desarrollo potencial de una mejor I+D+i. El origen primero de este techo de cristal es la falta de una profesionalización del cálculo científico como actividad. La falta de recursos adecuados es un techo bien palpable por el investigador. No obstante, el efecto indirecto en su investigación a veces puede pasar desapercibido debido debido a los mecanismos subconscientes de nuestro cerebro para descartar posibilidades. Es decir, la palpable y directa ausencia de recursos suficientes genera un techo en nuestra investigación, pero no siempre se es consciente de su existencia, no se visualiza como una barrera y por tanto se plantea como obstáculo a superar.
¿Dónde está el techo de cristal?
Para encontrarlo partamos de la situación más típica que es cuando un investigador empieza a computar, a realizar cálculo científico. Evidentemente todos los investigadores tienen un PC en el que han realizado pequeños cálculos con hojas de cálculo, gráficos, etc. por lo que empezar a calcular en ese mismo PC es algo natural, de hecho en muchos casos los primeros cálculos suelen ser más sencillos y perfectamente ejecutables de forma casi inmediata en los PCs. No obstante, suele seguir un proceso de profundización y crecimiento de la complejidad que puede llevarnos al hecho que comenzamos a percibir que nuestro PC tiene unas limitaciones, y eso por supuesto es una limitación para el desarrollo de nuestra I+D+i.
Evidentemente esta barrera impuesta por los limitados recursos computacionales de nuestro PC es un techo de vigas y cemento bien palpable por los investigadores, pero genera también un sutil techo de cristal. Por supuesto, el investigador será consciente de lo que sus recursos le permiten hacer y no abordará proyectos que lo superen, será consciente de las ideas que puede llevar adelante y las que ha de aparcar y en su caso podría tratar de buscar soluciones para sortear esta barrera. El problema son los proyectos que estamos apartando por inviables de forma subconsciente, esto nos puede dar una falsa percepción sobre nuestras verdaderas posibilidades dado que no vamos a evaluar y menos tratar de llevar a cabo proyectos que no nos estamos planteando.
Esto al lector le puede parecer absurdo o poco probable, o tal vez es que verdaderamente el techo de cristal le es invisible.
Un ejemplo se da en el ajedrez. El jugador sabe o evalúa de forma generalista donde están los puntos de interés de la partida en el tablero y evalúa unos pocos movimientos interesantes de entre todas las combinaciones existentes. La inmensa mayoría de las combinaciones son descartadas de forma automática y no consciente. Esto permite al ajedrecista jugar una buena partida a pesar de apenas explorar combinaciones, pero es también su perdición porque en muchos casos no se evalúan jugadas ganadoras. De hecho es un comentario habitual a posteriori el comentar “no vi esta jugada”, no la evaluó, fue invisible para el jugador (hasta existe el libro “Las jugadas invisibles en ajedrez”).
Este es un ejemplo de como nuestro cerebro toma decisiones lógicas basadas en nuestro conocimiento sin que seamos conscientes de ello, y como en el caso que nos ocupa puede estar creando un techo de cristal al investigador que no siempre es consciente de todos los proyectos que no está llevando a cabo. La cuestión que se plantea en este artículo no es que líneas evalúa el investigador, sino las que habrá descartado inconscientemente.
Profesionalización de la computación
Una de las maneras de evitar este techo de cristal es la profesionalización. No nos cabe duda de que si vamos a comenzar una actividad profesional en la que queremos ser competitivos tendremos que recurrir a las herramientas adecuadas. Así, aunque la mayoría disponemos de un coche particular si para llevar a cabo nuestra actividad profesional necesitamos un vehículo de competición, de carga, de transporte de pasajeros, etc. lo adquirimos y no usamos nuestro vehículo personal, pues aunque en algunos casos podría ser suficiente para llevar a cabo la actividad no resultaría adecuado o competitivo.
En computación no se da este caso y muchos investigadores no recurren a entornos profesionales de cálculo, por decisión propia, por desconocimiento o por lo que podríamos denominar tal vez, falta de cultura en este sentido. Por aclarar esto último creo que a sería muy llamativo que un investigador comprase cristalería del Ikea para su laboratorio, aunque le podría ser suficiente en algunos casos, pero no es tan llamativo usar PCs domésticos para calcular.
En estos casos a la larga pueden verse afectados por el techo de cristal. Todos los años tenemos casos de investigadores que finalmente recurren a nosotros con cálculos que ya les son imposibles y les están produciendo situaciones de penuria, pero que para nuestras máquinas de cálculo profesionales son de pequeño tamaño.
Evidentemente un cluster como el del Servicio de Cálculo de la UPV/EHU también tiene sus limitaciones, pero el salto cualitativo de un PC a un cluster como el nuestro es mayor que el de nuestro cluster a los superordenadores más potentes del mundo. El investigador ya está usando un entorno y metodologías profesionales, la barrera física de los recursos no sólo está mucho más arriba sino que es más permeable y es más fácil encontrar soluciones a los problemas, por lo que no serán descartados inconscientemente tantos problemas científicos porque la metodología de trabajo es totalmente diferente.
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