En innovación la velocidad es muy importante. Llegar el primero al mercado proporciona beneficios de pionero. En algunos sectores muy intensivos en innovación suponen carreras contra el reloj. Esto nos está pasando ahora a la humanidad entera con el coronavirus. Estamos en una carrera contrarreloj para encontrar una vacuna que nos proteja del COVID 19, saber cómo penetra en las células, desentrañar su genoma. Estas dos últimas tareas ya se han logrado en tiempo récord gracias a la cooperación. Poco tiempo después de comenzar la epidemia, científicos chinos fueron capaces de secuenciar su genoma, e inmediatamente lo pusieron a disposición de la comunidad científica. Otro equipo multinacional de investigadores comparando distintas cepas y analizando los datos abiertos, han podido conocer que el origen de este virus es natural y que no se ha diseñado en un laboratorio de Wuham, como afirma una de las teorías conspiratorias que circulan por Internet. Así mismo, también sabemos cómo penetra el virus en la célula humana. Científicos de la Universidad de Tsingua han descubierto la proteína (ACE2) como la utilizada por el virus como llave que le abre la puerta y engañar a la célula para que considere el ARN vírico como propio. Este hallazgo es muy importante para desarrollar inhibidores del virus e incluso anticuerpos.
Uno de los pocos aspectos positivos de la pandemia será la innovación. El catedrático de Economía Financiera de la UPV/EHU, Andrés Araujo cree que va a catalizarla, porque proporciona un entrono adecuado para lanzar y probar nuevas ideas. Otro de los aspectos positivos que estamos viendo y que el profesor Araujo espera que no decaiga cuando pase la marea es la innovación colaborativa. Estamos asistiendo a centenares de iniciativas de innovación altruista que tienen como fin no obtener beneficio de la catástrofe sino mitigar sus efectos. Por ejemplo, en España se ha creado la plataforma digital #StopCorona, promovida por un grupo de start up para incentivar y divulgar iniciativas por medio de la tecnología, el análisis de datos o la digitalización que contribuya a vencer el COVID 19. En su página web ya se puede acceder a más de 150 iniciativas, todas ellas sin ánimo de lucro. Se están creando también encuentros de programadores para llevar a cabo desarrollo colaborativo de software (hackatones) para sacar en tiempo récord soluciones a problemas concretos generados por el coronavirus.
El profesor Henri Chesbrough, padre de la innovación abierta, en un artículos en Forbes (Innnovation Imperatives from Covid 19) destaca la enorme rapidez con la que se están consiguiendo resultados gracias a la apertura de los datos y a la colaboración entre laboratorios gubernamentales, farmacéuticas, universidades. Se están probando más de 50 compuestos diferentes como posibles vacunas, muchos de ellos medicamentos aprobados para otros usos, lo que nos hace acortar los tiempos de desarrollo a niveles nunca antes vistos.
Tesla recientemente ha liberado más de 200 patentes clave para la fabricación del coche eléctrico. Se pregunta Chesbrough qué pasaría si las empresas liberasen las patentes que protegen la fabricación de mascarillas y otros dispositivos médicos cruciales. En el sector del software estamos acostumbrados a ver una enorme gama de productos de código abierto y ello no impide que empresas como Microsoft, Oracle, Apple obtengan importantes rentabilidades.
La Oficina Mundial de Patentes declara que en 2019 se han solicitado en el mundo 3.300.000 patentes. Se patenta mucho, pero cada vez también se abandonan más patentes (se las deja morir. En EEUU, más del 20%). Vemos cada vez con más frecuencia el uso de las patentes como estrategia para impedir la competencia, creando patentes que se solapan (patent thickets) encareciendo la I+D y con efectos ralentizadores en el avance de la innovación a largo plazo. Esto ya está teniendo consecuencias en los biosimilares, los genéricos de la medicina génica. La crisis del coronavirus puede ser también un detonante que nos haga repensar el sistema de patentes. ¿Realmente la patente es un incentivo a innovar o un obstáculo? La innovación colaborativa está poniendo en duda muchos de los beneficios atribuidos a las patentes.
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