Desde la gran crisis 2008/2009 hemos vivido prácticamente de manera continuada bajo políticas monetarias expansivas: tipos a la baja, expansión de balances por parte de Bancos Centrales; medidas convencionales y no convencionales con las que se exploraron terrenos desconocidos.
Joseba Orueta, Consejero Delegado de Kutxabank Gestión, impartió la conferencia inaugural del Máster en Mercados Financieros y Banca Privada (MFBP) sobre este interesante tema. A continuación reproducimos parte de dicha conferencia.
Durante esos años se han buscado y encontrado explicaciones estructurales a la dificultad que mostraba la economía global para generar inflación. El envejecimiento de la población, la globalización, los avances tecnológicos… eran fuerzas deflacionarias fuertes.
Y de ahí, en un suspiro, hemos pasado a un entorno con inflaciones no vistas hace mucho tiempo, que empezaron por ser interpretadas como pasajeras, derivadas de problemas de suministro en un mundo post pandémico que volvía a activarse; al temor a que se conviertan en algo permanente.
Un entorno de inflación acentuado por una crisis energética derivada de la guerra en Ucrania; que está forzando a los Bancos Centrales a cambiar su discurso centrándose en el control de la inflación y aceptando el efecto negativo que tendrá sobre el crecimiento.
Este nuevo entorno está provocando cambios relevantes en la economía y en los mercados financieros. Como todo cambio profundo, provoca un entorno de alta incertidumbre.
El hecho es que nadie, o casi nadie, duda ya de que se avecinan tiempos difíciles y la recesión ya no se discute. De hecho Estados Unidos ya estaría en recisión técnica según algunos, ya que ha mostrado dos trimestres de crecimiento negativo. De la misma forma, y Europa estaría ahora mismo, o en breve, seguramente sufriéndola; lo confirmarán los datos del PIB de finales de este año y comienzos de 2023.
La discusión actual está más en dilucidar si esta será una recisión técnica o una recesión profunda a nivel mundial. Por zonas, nos enfrentamos:
- Estados Unidos afectado por la agresiva subida de tipos para paliar la inflación que allí sí que está empezando a ser de demanda, con alzas salariales que ya se están produciendo.
- Europa además afectada por una crisis energética derivada de un conflicto bélico que se prolonga demasiado y sin final a la vista.
- Y China sufriendo el más que anunciado estallido de una burbuja inmobiliaria.
Puede parecer que nadie nos puede librar del escenario más negativo y como europeos no nos cuesta encontrar motivos para el pesimismo.
Los Índice de Gerentes de Compras (PMI) de S&P Global en Europa ya están por debajo de 50, se atisba fatiga en el consumo a través de los datos de ventas minoristas, y además tenemos el impacto del corte del gas ruso cuyos efectos se verán casi desde ya (¿miedo a un otoño-invierno de racionamiento?).
Las estimaciones de mercado son de un -1,5% de efecto sobre el PIB entre este fin de año y principios de 2023.
El hecho es que, cuando el entorno y la opinión generalizada se vuelven tan negativos, nos cuesta encontrar lo que puede salir bien y lo prudente parece seguir las enseñanzas de Santo Tomás y su famoso “ver para creer”, aunque en economía sabemos que muchas veces hay que creer para poder ver.
Sin duda, no estamos en los años 2008 y 2009, el sistema financiero es más sólido, al igual que la situación financiera de familias y empresas.
En Estados Unidos pese a las agresivas subidas de tipos, el empleo está muy fuerte y, por tanto, el consumo sigue firme.
Y pese a que las pendientes de las curvas están invertidas y la recesión técnica (dos trimestres de crecimiento negativo), también es verdad que un análisis más en profundidad de esos datos, concluye en que ha sido provocado por un ajuste de inventarios.
Creemos que se quedará en eso (recesión técnica) ya que empezamos a ver signos de remisión en la inflación. Tenemos ya a muchas materias primas a la baja, así como los costes de transporte que han sido motivo de gran preocupación.
La Política monetaria es muy agresiva pero no tiene por qué extenderse mucho en el tiempo.
Lo de China seguramente es lo más incierto, el sector inmobiliario que supone un 30 % del PIB, está provocando una previsión de crecimiento muy mediocre para aquella economía (alrededor del 3%) y el gobierno está empezando a usar las palancas necesarias para que esto no acabe extendiéndose a toda la economía, intentando un estallido controlado de la burbuja que no se extienda al sistema financiero.
El hecho es que a nivel global, no podemos esperar que China siga desempeñando el mismo papel de motor del crecimiento que ha tenido durante muchos años.
La clave está en la evolución de la inflación en gran parte, y en cómo tenga que ser de dura la política monetaria para detener la actual evolución de la misma.
En principio, nos parece que la recesión matará la inflación, y así lo descuentan los mercados de inflación a largo plazo que han empezado a moderar su tendencia hacia valores razonables. Es verdad que son algo superiores a las que hemos tenido en los últimos años, pero son aceptables con un poco de perspectiva histórica.
De hecho, no olvidemos que cierta inflación es parte de la solución al problema de la gran deuda gubernamental acumulada que se mide en relación al PIB nominal, que está creciendo con estos niveles de inflación más elevada.
Una situación que requiere de muchos equilibrios complejos sin duda y no exenta de riesgos. Todo apunta a un crecimiento global menor en los próximos años.
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