Al igual que el teletrabajo ha avanzado de forma muy importante con motivo de la pandemia, en este post se reflexiona sobre los pros y contras de la docencia virtual y se hace una reflexión / propuesta para el futuro. Para ello, partiremos de la enseñanza en la Facultad de Economía y Empresa (Sarriko) de la UPV/EHU.
Partimos de que uno de los objetivos fundamentales de la enseñanza universitaria es dotar a la sociedad de profesionales a través del aprendizaje del alumnado. Hasta marzo de 2020, esta enseñanza era básicamente presencial con pocas actividades online. El 12 de marzo de 2020, y ante la gran amenaza que suponía la pandemia del Covid-19, el Gobierno Vasco decretó el cierre de todos los centros de enseñanza vascos y al día siguiente, ya se empezaron a impartir clases online. Aquí hay que destacar la implicación del profesorado y alumnado que eran conscientes de que “había que sacar el curso adelante” para lo que, entre otras cosas, hubo que aprender a utilizar herramientas digitales sin las cuales, no habría sido posible seguir con la formación.
Lo que parecía que iba a ser una situación de pocas semanas se alargó hasta el final del curso con la imposibilidad de acudir a las aulas. En septiembre de 2020 volvimos físicamente a la facultad, pero con lo que se denominó “bimodalidad” o “presencialidad adaptada”. Este tipo de presencialidad fue posible gracias a una potente inversión económica en dotación de recursos a las aulas y al compromiso de todas las personas implicadas en avanzar al mismo tiempo que se protegía la salud y, por supuesto, se cumplía con la normativa sanitaria. Esa bimodalidad consistía en que los grupos más grandes de grado se dividían de forma que una semana la mitad del grupo acudía a clase y la otra mitad, seguían esa misma clase desde sus casas / aulas espejo de forma que podían interactuar con el profesorado y el resto de la clase viendo no solo la pantalla sino, gracias a la instalación de cámaras, también a quien estaba en la tarima. Esto se hacía en semanas alternas de forma que el alumnado que estaba una semana en sus casas o aulas espejo, la siguiente semana acudía al aula con el profesorado y así se ha salvado el curso en nuestros grados.
En el caso de los posgrados organizados por el Enpresa Institutua todos se están impartiendo de forma presencial aun cuando, para el caso de confinamientos o problemas puntuales, se está aprovechando la tecnología para ofrecer la docencia online. La experiencia, en ese sentido, está siendo positiva. Incluso a nivel de matrícula de nuestros posgrados (Executive MBA, Máster en Marketing y Dirección Comercial, Posgrado en Gestión Patrimonial y Banca Privada y Máster en Emprendimiento y Dirección de Empresas -MBAe3), nos hemos encontrado con un importante incremento de demanda de personas que precisamente, solicitaban un máster presencial.
Efectivamente, si preguntamos tanto a profesorado como a alumnado sobre qué prefieren: docencia online o docencia presencial, son pocos los que se decantan por la docencia online. Sí hay quien dice que la docencia virtual es mejor “es la semana de vacaciones”, “es más cómodo” e incluso “me concentro mejor” pero la gran mayoría tienen claro que prefieren estar físicamente en el aula, con el resto de estudiantes por socializar, porque tener presente al profesorado facilita el seguimiento de las clases y porque se concentran más y mejor. Es cierto que valoran positivamente la oportunidad de poder recibir la docencia online en momentos en los que no pueden asistir presencialmente o, incluso, para días en los que únicamente tienen una clase, pero si no, el alumnado consultado coincide mayoritariamente en que prefiere la docencia presencial.
Ante esta situación nos podemos preguntar qué pasará en el futuro, si volveremos a lo exclusivamente presencial o nos pasaremos a la docencia virtual. Esta pandemia nos ha enseñado, entre otras muchas cosas, a valorar lo presencial y a utilizar los medios digitales cuando son necesarios. Por ello, consideramos que, en la medida de lo posible, volveremos a la presencialidad sin que ello implique renunciar a todo lo aprendido en este periodo. Esta presencia en las aulas aporta aspectos como la mayor facilidad para centrarse, para socializar y la consecuente mayor interacción con otro alumnado y con profesorado, la mayor facilidad para que el profesorado enseñe cómo encontrar lo relevante entre toda la información disponible, enseñe a pensar, a reflexionar, a facilitar debates y, por supuesto, la facilidad para interpretar el lenguaje no verbal.
Obviamente, la docencia virtual aporta también ventajas como mayor autonomía, ahorros de tiempo de desplazamiento y su consecuente ahorro económico, capacidad de elegir el momento en que se recibe la formación, preparación para el teletrabajo, posibilidad para que personas con determinadas enfermedades adquieran formación y, asimismo, posibilidad de adquirir múltiples conocimientos.
Pero los inconvenientes son también importantes. Así, la tasa de personas que finalizan sus estudios exclusivamente online (incluso en el caso MOOCs de las universidades más prestigiosas del mundo – Harvard, Stanford, MIT) es muy reducida. Esto puede ser porque la libertad temporal de la que se dispone, hace que se empiece tarde el curso y no se encuentre el momento para ejecutarlo, que el alumnado perciba una elevada carga de trabajo, la necesidad de apoyo para la comprensión de los contenidos, la falta de tiempo, falta de presión, falta de sentimiento de grupo, falta de apoyo social, menor compromiso con el estudio y dificultad para autogestionar el trabajo.
De cara al futuro, parece conveniente seguir con el foco en el aprendizaje del alumnado y no en la herramienta, definir la misión de cada universidad y que cada una de ellas se posicione sobre presencialidad o virtualidad; que se aproveche la digitalización (complementariedad, personas con enfermedades…) combinando ambas metodologías para ofrecer la mejor formación posible. Dada la importancia para la socialización y el enganche del alumnado, parece adecuado primar la docencia presencial siempre que se pueda y, especialmente, en los primeros años universitarios para no perder a ese alumnado que, de otra forma, podría tomar la decisión de dejar sus estudios por todas las dificultades añadidas generadas por la docencia online.
Este post es fruto de una ponencia de Covadonga Aldamiz-echevarría, directora del Enpresa Institutua – Instituto de Economía Aplicada a la Empresa para la Fundación Bilbao Talento. Se puede acceder a la presentación completa de la ponencia aquí
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