La pandemia del coronavirus está poniendo a prueba muchos aspectos de nuestra sociedad al paralizar fuertemente la actividad económica y vernos confinados en nuestros hogares. Hemos tenido que adaptarnos a la forma de relacionarnos, la forma de trabajar, la forma de comprar. Este post es el primero de otros sobre aspectos en los que nos afecta el coronavirus. En este, el catedrático Andrés Araujo se centra en los aspectos económicos, en los siguientes abordará aspectos laborales, de medioambiente y de innovación.
Los efectos económicos estamos viendo que son devastadores porque estamos sufriendo un shock tanto por el lado de la oferta como de la demanda. De la oferta por el impacto negativo en las cadenas de suministros y por el parón en cadenas de producción por falta de abastecimiento y por medidas gubernamentales que han impedido o dificultado la producción. Por el lado de la demanda, no sólo por las medidas restrictivas de los gobiernos sino también por la caída de ingresos de las unidades familiares y el aumento de la incertidumbre, que tienen consecuencias negativas en el consumo. Hay que decir, no obstante, que en esta crisis, a diferencia de la de 2008, el shock de demanda es fundamentalmente autoinducido y esto nos puede hacer ser optimistas respecto a la recuperación posterior si se toman las decisiones adecuadas porque, una vez que se levanten las restricciones, podrá recuperarse la actividad económica de las empresas no quebradas. Por eso, es muy importante tomar todas las medidas conducentes a mantener vivo el tejido empresarial. De momento, lo que es seguro es que entraremos en una recesión de escala global.
Por primera vez desde que China publica estadísticas sobre el crecimiento del PIB allá por 1992, este país ha entrado en decrecimiento económico: en el primer trimestre de 2020 su economía se ha contraído el 6,8%. Es un hecho insólito. Otro dato que refleja la magnitud del impacto es que el FMI estima que la economía mundial va a contraerse el 3% este año; en España será aún peor y los vaticinios rondan el 8%, cuando en febrero las previsiones eran de un crecimiento del 1,6%. Cada mes de confinamiento, la OCDE ha estimado que supondrá un coste en términos de crecimiento del PIB de dos puntos porcentuales, aunque es difícil calcular con precisión el efecto final pues depende del grado de paralización de la actividad económica, de las medidas que se tomen para la recuperación y de la estructura económica del país, entre otros aspectos.
España está entre los países más afectados por depender en gran medida del turismo, del comercio y de la industria del automóvil, que están entre los sectores más resentidos; también por nuestra estructura empresarial, dominada por las empresas de tamaño muy pequeño, que no soportan tan bien las crisis como las grandes por carecer de músculo financiero. En nuestro país, sólo el 1,01% de las empresas tienen más de 50 trabajadores frente al 2,97% de Alemania, el 54% son autónomos y el 39,6% son empresas de menos de 10 trabajadores (microempresas). Por otra parte, la modalidad del empleo en España, con un mercado laboral dual y donde un 30% del empleo es temporal y el empleo fijo sólo es el 62,8%, veinte puntos porcentuales por debajo de la media de los países de la OCDE. Ello hace que en nuestro país cada punto porcentual de caída del PIB tiene mucho mayor impacto en el empleo que en otros países. La caída tan brusca de la actividad ha tenido como consecuencia que en España en marzo se hayan perdido 834.000 empleos y el FMI estima que el paro se dispare al 20,8%.
Como consecuencia de la menor recaudación fiscal y los mayores gastos que el Estado debe sufragar para mantener viva la economía y para entrar más rápido en la fase de recuperación y que esta sea más vigorosa, así como para paliar en la medida de lo posible el aumento de la desigualdad social, el déficit público se va a triplicar y se espera que sea del 6,7% en 2020. El impacto en la Deuda Pública va a ser brutal, sobrepasando este año el 108% y llegando al 114,6% en 2021 y, aunque parece que el BCE está tomando medidas adecuadas para que no se disparen las primas de riesgo de los países del sur de Europa, lo cierto es que habrá que dedicar un porcentaje mayor del presupuesto al pago de intereses, con el problema de que una parte importante de la deuda está en manos extranjeras (48%), porcentaje que aumentará en esta crisis.
En el País Vasco las consecuencias económicas serán también muy graves, pero el margen de maniobra nos lleva a ser optimistas. El endeudamiento es moderado, aproximadamente el 13% del PIB y la autonomía fiscal que concede el Concierto Económico está siendo utilizada por Gobierno Vasco y Diputaciones para tomar medidas que alivien la caída de ingresos empresariales. Por ejemplo, el Instituto Vasco de Finanzas ha lanzado un programa de apoyo financiero a PYMES y autónomos con aval de Elkargi (SGR) para atender las necesidades de liquidez y financiación de sus gastos de estructura por un plazo de seis meses. Las Diputaciones Forales han tomado una batería de medidas especiales aprovechando su capacidad normativa con el fin de mejorar la liquidez de las empresas, fundamentalmente las microempresas. Así mismo, la Renta de Garantía de Ingresos y la Prestación Complementaria de Vivienda son instrumentos poderosos para apoyar a las familias en apuros.
Orkestra ha elaborado un análisis bastante detallado al respecto estimando el impacto que puede tener en los principales sectores de nuestra economía. En él se muestra que se resentirán más las empresas que dependan de cadenas globales de suministro, como son las empresas más internacionalizadas, las enfocadas más en el just in time, las relacionadas con la energía y con el sector del automóvil, pero en muchas de ellas el efecto será sólo temporal. También juega a nuestro favor que tanto las empresas vascas como las españolas, esta vez y a diferencia de la crisis anterior, tienen una estructura financiera más saneada: han reducido el endeudamiento y el sistema financiero está más capitalizado, es más fuerte y esto es muy importante para resistir.
Pero no debemos pensar sólo en resistir, debemos empezar a pensar en cómo queremos afrontar la fase de recuperación. Y esta crisis debe servirnos como detonante para afrontar reformas que nos permitan fortalecer un crecimiento más vigoroso a medio y largo plazo, por ejemplo, profundizando en la digitalización, en inversiones basadas en la sostenibilidad medioambiental, acelerar la servitización, que se está revelando como resiliente a la crisis y no cometer el error de tratar de recortar en la I+D. Más que nunca, I+D, educación y sanidad deben fortalecerse.
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