La gestión de riesgos financieros ha llegado a ser un elemento fundamental en la gestión de proyectos y de patrimonios, pero también de la gestión bancaria y de la gestión empresarial en general. Descansa en dos tipos de instrumentos: los relativos al análisis de riesgos y los dirigidos a evitar o reducir el riesgo. Refiriéndonos a los primeros, con el tiempo se han ido sofisticando progresivamente: índices, calificaciones de riesgos, sistemas de alerta temprana (Early Warning Systems), Valor en Riesgo (Value at Risk, VAR), pruebas de esfuerzo (stress tests), aplicaciones de prospectiva, etc. Sin embargo, la última gran crisis y sus secuelas han mostrado grandes carencias de estos métodos para anticipar, no solo la propia crisis, sino muchos otros problemas. Por poner un ejemplo en el caso europeo, algunas entidades bancarias que habían superado con éxito las pruebas de esfuerzo exigidas por las autoridades bancarias europeas, quebraron al poco tiempo.
Al parecer, pues, en los últimos tiempos parece haber aumentado la aparición de fenómenos económico-financieros -aunque también sociales y políticos- imprevistos, pero de enormes repercusiones, denominados “Cisnes Negros” por el profesor Taleb, podemos preguntarnos si esta circunstancia puede ser asociada a alguna otra que haya experimentado la humanidad en las últimas décadas. Y sí, el aumento de “Cisnes Negros” coincide con el desarrollo de la última gran fase de globalización. Ésta, al haber incrementado exponencialmente los flujos de información, dinero, capital, mercancías y personas entre territorios previamente conectados de forma más débil, ha aumentado la complejidad: el mundo globalizado actual es consecuentemente un mundo mucho más interrelacionado y, por tanto, más complejo. Y al aumentar la complejidad en un sistema, aumentan en él los procesos no lineales, “caóticos”, y los fenómenos tipo “alas de mariposa” –pequeñas causas, enormes efectos. Consecuentemente, es también un mundo más incierto.
En palabras del profesor Gil Aluja: “una espesa niebla cubre progresivamente el mundo; y sus efectos responden a dos nombres: ‘complejidad’ e ‘incertidumbre’”.
Centrándonos en las crisis financieras, la incertidumbre propiciada por la globalización puede hacerlas más frecuentes y, también, más imprevisibles. Así, siguiendo, entre otros, los trabajos del equipo integrado por las profesoras San Martín, Urionabarrenetxea y yo mismo, podemos preguntarnos en primer lugar: la globalización, ¿propicia el desencadenamiento de crisis financieras? Pues bien, en la literatura económica la respuesta positiva a esta cuestión es mayoritaria; esto es, las distorsiones generadas por la globalización pueden acentuar la volatilidad de las variables financieras mediante los siguientes factores:
- las asimetrías de información: se puede invertir en cualquier activo del mundo, pero si éste es muy lejano, será posiblemente muy costoso obtener información sobre el mismo;
- la aparición y empleo masivo de productos financieros complejos (opciones complejas, bonos de titulización, swaps): muchos de ellos implican fuertes apalancamientos, aumentando así enormemente el riesgo asociado;
- y, por último, la mayor participación de inversores institucionales -fondos de inversión, fondos de pensiones, fondos de cobertura (hedge funds)- en los mercados financieros mundiales: estos agentes, en la búsqueda de altas relaciones entre rentabilidad y riesgo, pueden trasladar instantáneamente enormes cuantías de fondos entre países.
Evidentemente, la mayor volatilidad genera mayor incertidumbre. Pero, además, un componente fundamental de la última gran fase de globalización, como es el desarrollo de las TIC, también puede haber contribuido al aumento de la incertidumbre por el incremento exponencial generado en el volumen de datos, lo cual dificulta la identificación de la información relevante.
Tomando como ejemplo la última gran crisis, ciertamente ha sido una crisis “global” y “sistémica”, pero ¿ha sido causada por la globalización? ¿Ha contribuido la globalización a su intensidad y su extensión? La respuesta a estas cuestiones parece positiva en ambos casos.
Así, por un lado, hay suficiente consenso sobre que en la generación de la crisis intervinieron dos grandes grupos de fallos:
- Fallos de los mercados, manifestados en: burbujas en los precios, en especial inmobiliarios; innovaciones financieras radicales sin que pudieran adaptarse los modelos mentales de los agentes en los mercados; excesivo endeudamiento de las entidades financieras y de otros agentes; concentración del riesgo sistémico -grandes bancos “demasiado grandes para quebrar”- a nivel global;
- Fallos de regulación y de supervisión, que deberían haber corregido las deficiencias de los mercados.
Ahora bien, la globalización estuvo directamente en el origen de ciertos fallos (el excesivo endeudamiento debido a la facilidad para obtener financiación y a las asimetrías de información, o la generación de entidades “sistémicas” a nivel global), y respecto de otros contribuyó a su extensión e intensificación, y por tanto al mayor peligro asociado a los mismos (caso de las burbujas en los precios, o las innovaciones en productos derivados altamente apalancados; también la desregulación y la supervisión fallida fueron favorecidas por la percepción de que la globalización tenía muchas más ventajas que inconvenientes.
Por otra parte, no cabe duda de que, una vez desencadenada la crisis, la globalización contribuyó a su extensión de manera intensa y veloz: réplicas en muchos países, secuelas de magnitud no prevista…
En síntesis, la primera gran crisis global también ha sido “crisis de la globalización”, pues la globalización ha contribuido de forma decisiva a su generación y su extensión.
Y esta crisis ¿fue prevista? Pues la respuesta en este caso es negativa: a pesar de las numerosas voces de alarma sobre la enorme fragilidad subyacente de ciertos mercados y entidades financieras en la época previa a la crisis, ésta no fue prevista: nadie supo anticipar dónde y cuándo se desencadenaría, su enorme intensidad, y sus tremendas consecuencias para la economía real.
Por tanto, aparte de ser debida a la globalización, una característica clara de esta última gran crisis ha sido su imprevisibilidad. Pero crisis económico-financieras debidas a la globalización, y asimismo imprevistas en gran medida, parecen haberse producido al menos desde mediados de la década de los noventa del pasado siglo.
Por nuestra parte, junto con la profesora San Martín, nos propusimos verificar empíricamente el carácter de imprevisibilidad de las crisis ligadas a la globalización. Para ello, analizamos la capacidad de anticipación a corto y medio plazo (6 a 18 meses) respecto de las crisis financieras externas en el periodo 1992-2011 (incluyendo, por tanto, crisis anteriores y posteriores a la “gran crisis”), de tres instrumentos de medición del riesgo país muy conocidos: los índices elaborados por la Revista Euromoney y por ICRG (International Country Risk Guide) y un promedio de los ratings soberanos emitidos por las principales agencias de calificación: Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch. Los resultados obtenidos han sido claramente negativos: ninguno de estos instrumentos se muestra capaz de discriminar anticipadamente entre países con y sin crisis, esto es, no son capaces de prever las crisis financieras externas, como también se encontró en otros estudios previos.
Estos resultados contribuyen a reforzar nuestra argumentación previa: la globalización ha incrementado la incertidumbre, y por tanto la frecuencia de las crisis financieras y su imprevisibilidad. Debemos claramente rechazar el supuesto de “previsión fácil”, y asumir la importancia de la incertidumbre y de la imprevisibilidad como características propias la realidad presente, tanto económica como sociopolítica.
El mundo actual es menos previsible. Pero esta no es necesariamente una mala noticia. Además de confiar en el desarrollo de mejores métodos para la decisión en condiciones de incertidumbre, debemos tener en cuenta que, si el futuro no está escrito, dedicarse a construirlo tiene mucho más sentido que procurar preverlo con precisión.
Por otra parte, la incertidumbre no es siempre negativa: puede ser también fuente de valor si se sabe explotar las oportunidades. Pueden producirse (o construirse) en la realidad situaciones de “antifragilidad” (expresión acuñada por el profesor Taleb), similares a la posesión de una “opción financiera” de tipo call, en las que la mayor incertidumbre aumenta el valor, pues permite aprovechar nuevas oportunidades. Para ello, la flexibilidad será decisiva.
¿Qué consecuencias tiene lo anterior para la gestión de riesgos financieros? No voy a entrar en profundidades técnicas, porque es mucho más importante tener en cuenta ciertos principios generales:
- Deben analizarse los riegos desde la perspectiva de un mundo globalizado, donde los acontecimientos pueden alcanzar cada vez con más frecuencia un carácter sistémico.
- Debe prescindirse del supuesto de la fácil previsibilidad de los acontecimientos
- Sin excluir la posibilidad de nuevas y mejoradas técnicas de anticipación (¿tal vez los Big Data?), parece sensato asumir la incertidumbre como una característica esencial del entorno económico-financiero globalizado.
- En consecuencia, debe confiarse no tanto en la previsión como en la prevención: detectar fragilidades más que tratar de predecir acontecimientos.
- Los instrumentos para limitar a priori la formación de riesgos (diversificación, cobertura, inmunización, etc.) deben emplearse de forma que no anulen las fuentes de oportunidad.
- Debe desarrollarse la flexibilidad que permita aprovechar las fuentes de oportunidad.
- Deben establecerse mecanismos de intervención rápida, para que si algún riesgo -inevitablemente- se materializa, pueda actuarse con celeridad para atajar los sucesos negativos en sus inicios y así minimizar sus consecuencias.
*Conferencia impartida por Don Arturo Rodriguez en el marco del postgrado en Gestión Patrimonial y Banca Privada del Instituto de Economía Aplicada a la Empresa de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Sus actividades investigadoras se han orientado hacia los campos de la gestión financiera y especialmente la gestión financiera internacional (análisis de las crisis financieras, riesgo país), la gestión de la I+D y su transferencia, la innovación, la gestión del conocimiento y su relación con las finanzas, y la valoración financiera de los intangibles.
Para saber más:
San Martín, N.; Rodríguez, A. (2011): “Globalisation and the unpredictability of crisis episodes: An empirical analysis of country risk indexes”. Investigaciones Europeas de Dirección y Economía de la Empresa, vol. 18, nº 2, pp. 148-155.
San Martín, N.; Rodríguez, A. (2015): “Country risk index and sovereign ratings: do they foresee financial crises?”. Journal of Risk Model Validation, vol. 9, nº 1, pp. 33-55.
San Martín, N.; Rodríguez, A. (2017): “Crises and unpredictability in developing countries”. Third World Quarterly, DOI: 10.1080/01436597.2017.1368378 [http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/01436597.2017.1368378]
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