Gloria

La gloria es un fenómeno óptico que se produce en nuestra atmósfera. Consiste en un anillo de luz (normalmente coloreado) que se coloca en la dirección contraria a la del Sol, razón por la cual también se le llama anthelion. Este tipo de fenómenos se pueden ver con relativa facilidad durante el vuelo de los aviones, rodeando su sombra, pero se conoce desde la antigüedad por múltiples culturas. La razón última de que se produzca es la presencia de gotas de agua líquida, esféricas, de pequeño tamaño, que retrodispersan la luz provocando este fenómeno.

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Anillos

Desde el siglo XVII conocemos la presencia de anillos alrededor del planeta gigante Saturno, visibles desde un pequeño telescopio. Los astrónomos se han sentido fascinados por ellos desde entonces y aún nos proporcionan apasionantes descubrimientos desde la misión espacial Cassini, en órbita alrededor de Saturno. Pero éste no es el único mundo anillado de nuestro sistema. Gracias a las misiones Voyager y a las observaciones desde Tierra de finales del siglo XX, sabemos que también Júpiter, Urano y Neptuno poseen anillos más o menos densos y complicados, aunque ni de lejos tanto como Saturno.

Muy recientemente, se ha descubierto un sistema de dos anillos alrededor de Chariklo, lo que llamamos un Centauro, un pequeño cuerpo en órbitas exteriores del Sistema Solar. Un descubrimiento sorprendente que abre la puerta a encontrar anillos no sólo alrededor de los planetas gigantes, sino también alrededor de otros cuerpos. En mi última entrada en Mapping Ignorance comento este descubrimiento y la física básica de estas estructuras tan asombrosas.

[Leer la entrada completa en Mapping Ignorance]

 

Los anillos del Centauro Chariklo han sido descubiertos recientemente, demostrando que no sólo los planetas gigantes poseen estas estructuras.

 

Nuevos Horizontes

La sonda Nuevos Horizontes alcanzará Plutón a mediados del mes próximo, tras más de 8 años recorriendo el Sistema Solar

 

A medida que exploramos el Universo nuestros horizontes se expanden. En 1930, Clyde Tombaugh descubrió lo que parecía ser el último de los planetas del Sistema Solar. En el año 2006, la Unión Astronómica Internacional decidió considerarlo un planeta enano, en representación de la miríada de mundos similares que se esconden en las regiones exteriores de nuestro sistema. Para desvelar sus secretos, la sonda New Horizons de NASA comenzará a tomar datos de este extraño objeto que nunca antes ha sido visitado por un ingenio fabricado por el ser humano. Precisamente para apoyar esta misión, se ha hecho un llamamiento a los observatorios en tierra para que tomen datos y de esta manera se pueda calibrar y contrastar el funcionamiento de los instrumentos de la nave. Para responder a esta solicitud, hemos estado observando Plutón este viernes dentro del programa BEGIRA, en compañía de Javier Gorosabel (y sus inefables GRBs) y Jesús Ugarte, quien desarrolla un Proyecto Fin de Máster acerca del control remoto del telescopio de 1,23m. Es la primera vez que he podido observar este objeto, siempre es una maravilla ver objetos por primera vez: te hace partícipe de la sensación de descubrimiento y exploración.

Así se ve Plutón a través del telescopio de 1,23m de Calar Alto en Almería: una discreta estrella más en un hermoso campo poblado de objetos.

Dentro y fuera

Vivimos en medio de un océano cósmico. Todas y cada una de las estrellas que podemos ver en el cielo nocturno pertenece a nuestra galaxia. Rodeados como estamos, sin embargo, podemos también alzar la vista y mirar más allá para perdernos en la inmensidad del vacío que nos separa de las otras galaxias.

Cuando en los meses de verano miramos en la dirección de la constelación de Sagitario estamos mirando precisamente hacia las aguas más profundas, el corazón de la Vía Láctea. Mirar en la dirección de Perseo (cosa que podemos hacer desde nuestras latitudes prácticamente en cualquier momento) supone, al contrario, mirar hacia la orilla: la zona exterior de la galaxia.

¿Qué debemos hacer entonces para ver aún más lejos? Perpendicularmente a esa línea imaginaria que une la parte interior y exterior de la Vía Láctea nos asomamos al vacío extragaláctico. Por ejemplo, la zona de la Osa Mayor, Coma Berenices y otras constelaciones boreales nos permiten, mirando aún entre las aguas en las que estamos inmersos, vislumbrar qué hay más allá. Las lejanas galaxias, los confines del Universo.

La semana pasada, Antonio de Arcos y yo aprovechmos una de las pocas noches despejadas que nos está brindando la primavera. Una rara y hermosa ocasión de mirar dentro y fuera.  Dos imágenes que muestran lo diferente que puede ser el Universo simplemente cambiando nuestro punto de vista.

Dentro: en la constelación de Vulpecula, el objeto Messier 27 o Nebulosa de Dumbbell es lo que llamamos una nebulosa planetaria, el resultado de la explosión hace unos 10.000 años de una estrella cercana, no muy diferente de nuestro Sol. Nótese la abundancia de estrellas alrededor, las gotas de nuestro océano.

 

Fuera: la Galaxia de la Aguja (NGC4565) en la constelación de Coma Berenices es un buen ejemplo de lo que podemos ver si miramos a través de la superficie de nuestro océano. Aún se ven algunas estrellas dispersas, vecinas de nuestra Galaxia. A decenas de millones de años-luz de nosotros se sitúa la espectacular NGC4565 y al menos tres compañeras visibles en esta imagen. ¿Eres capaz de encontrarlas?

 

 

 

Cambio de planes

Un documento histórico. La primera observación de campo que se hizo para introducción a la Astronomía, en el año 2003. De pie, a la derecha, Ricardo Hueso. En primera fila, entre dos alumnos, yo mismo. Aquella observación tuvo lugar en el parque de Etxebarría, uniéndonos a las actividades organizadas por la Agrupación Astronómica Vizcaína.

Este viernes finalizó un pedazo de mi vida docente en la EHU. A las once de la mañana, tras una observación solar ayudados por Teresa del Río, pusimos punto final a la última edición del curso Introducción a la Astronomía.

Esta asignatura comenzó a impartirse en 1996. Fue el profesor Agustín Sánchez Lavega quien lanzó la iniciativa y durante varios años la impartió en solitario. Allá por el año 2003, siendo yo un estudiante de doctorado, comencé a impartir un tercio de las horas. El objetivo era completar las clases teóricas con una parte práctica que por aquel entonces consistía básicamente en utilizar simulaciones por ordenador.

Tras varias colaboraciones intermitentes, en función de nuestros diversos contratos con la universidad, tanto Ricardo Hueso como yo mismo alternamos y compartimos la asignatura. Finalmente, en las tres o cuatro ediciones, me encargué de impartirla por completo. El programa seguía siendo muy similar al ideado por Agustín aunque completamos ampliamente la parte práctica (sobre todo a raíz de la creación del Observatorio Aula EspaZio) y añadimos algunos temas que antes no estaban presentes (Planetas Extrasolares, Astrobiología, Exploración del Espacio…)

En total han sido 19 años para esta asignatura que estimamos han cursado más de 1.000 personas. Creo que es un bagaje importante. Uno no siempre llega por igual a todos los alumnos, pero me queda la certeza de que algunos de ellos quedaron “tocados” por la astronomía y que realmente disfrutaron con el curso y extrajeron de él todo lo que podíamos ofrecerles.

Yo, personalmente, he aprendido mucho impartiendo esta asignatura. También aprendí mucho de los alumnos, a todos los niveles. El viernes sentí un pinchazo de tristeza al cerrar el aula. El último cambio de planes de estudio condena a las asignaturas de Libre Elección, quizá más adelante vuelva a ser posible llevar a cabo una iniciativa de este estilo.

Personalmente considero la observación del tránsito de Venus de 2004 como el verdadero precursor del Observatorio Aula EspaZio. En esta imagen, de izquierda a derecha: Agustín Sánchez Lavega, Joseba Zubia, Santiago Pérez-Hoyos y Arantza Mendioroz. Arantza y Joseba acudieron a presenciar el tránsito, junto con numerosos alumnos y medio de comunicación. Los medios eran aún precarios pero las ganas estaban intactas.

BEGIRA continúa

Esta semana tuvimos la visita de algunos alumnos de la Facultad de Ciencia y Tecnología. Después de haber visitado el Observatorio de día, y haber visto el Sol en directo, quedaba pendiente la posibilidad de observar desde el T50. Dado que la primavera ha traído un tiempo bastante inestable, decidimos organizar una visita especial para ellos añadiendo la posibilidad de usar el telescopio profesional de 1,23m de Calar Alto de forma remota.

Gracias una vez más a Javier Gorosabel, que transformó una de sus noches GRB buffer en noche BEGIRA, pudimos enseñar a los alumnos cómo es la ciencia en vivo y en directo. Recorrimos algunas galaxias relativamente brillantes, incluyendo por ejemplo a NGC4565, la galaxia de la aguja.

La sorpresa vino con un aviso de Gamma Ray Burst (GRB) por parte del Telescopio Espacial Fermi. Ésta es precisamente el área de estudio de Javier por lo que, cuando el objeto se elevó lo suficiente en el cielo empezamos a observarlo. Con nosotros quedaron al final los alumnos Endika Arandia e Iker Pérez de Nanclares (de la FZT), así como Jesús Ugarte e Iñaki Ordóñez, ambos del Máster en Ciencia y Tecnología Espacial, y el primero realizando su proyecto final con el telescopio 1,23m de Calar Alto. El análisis preliminar de los datos permitió publicar una circular GCN. El análisis posterior hará posible trazar una curva de luz de varias horas del llamado afterglow (o brillo residual en el visible) de la gigantesca explosión de rayos gamma.

Aunque algunos alumnos pudieron visitar nuestro pequeño y humilde T50 y realizar observaciones desde un cielo progresivamente más encapotado, creo que la experiencia de tener el cielo al alcance de la mano a través de los telescopios en Almería dejará una huella intensa en ellos. Los que más aguantaron tuvieron ocasión de disfrutar de ciencia observacional en estado puro: la excitación de la observación directa, los primeros cálculos y estimaciones, los continuos mensajes con otros miembros de la comunidad científica (¿competidores?) y la publicación breve pero rigurosa de resultados.

Junto con Iker, Endika, Iñaki y Jesús, posan Ricardo Hueso y Javier Gorosabel. El GRB 140508A aparece también, señalado por la flecha, en la pantalla del fondo. Buen trabajo!

Junto con Iker, Endika, Iñaki y Jesús, posan Ricardo Hueso y Javier Gorosabel. El GRB 140508A aparece también, señalado por la flecha, en la pantalla del fondo. ¡Buen trabajo!

Exocometas

Los cometas nos fascinan. Algunos nos visitan de generación en generación, como el Halley. Otros llenan nuestro cielo con una vista espectacular y después se pierden en la oscuridad del Sistema Solar exterior. Muchos otros rozan la superficie del Sol y mueren, como el cometa ISON.

Pero no sólo nos fascinan, sino que también son una pieza fundamental en nuestra compresión del nacimiento y la evolución nuestro sistema. Posiblemente aportaron una fracción considerable del agua de la Tierra. También pueden ser una clave básica para el origen de la vida en nuestro planeta.

Desde hace unos años, no sólo conocemos cometas en nuestro vecindario sino que también hemos sido capaces de vislumbrarlos en torno a otras estrellas, normalmente con sistema planetarios en plena formación. Este es precisamente el tema de mi última entrada en el blog Mapping Ignorance.

[Leer la entrada completa en Mapping Ignorance]

Vista artística del sistema beta-Pictoris, uno de los mejor estudiados de nuestro entorno. Esto incluye, desde luego, sus exocometas. Crédito: NASA/FUSE/Lynette Cook.

 

Nacimiento y muerte de las estrellas

Veíamos en la entrada anterior que nuestro cielo siempre está dominado por las estrellas. Bien sea durante el día, con nuestro Sol brillando por encima del horizonte, bien sea durante la noche, cuajada de estrellas en un cielo oscuro. La única excepción son las noches de Luna llena, cuando nuestro satélite domina las vistas nocturnas.

Pero, ¿cómo se forman y destruyen las estrellas? Las estrellas se crean a partir de gigantescas nubes formadas principalmente por gas hidrógeno, en menor medida helio y en cantidades ridículas, pero a la postre determinantes, por polvo. El cielo de invierno nos brinda la ocasión de ver una zona de formación estelar. Colgando del cinturón de Orión, podemos encontrar la fantástica Nebulosa de Orión (o M42) mostrando estrellas recién formadas o en proceso de hacerlo. Aunque éste es un espectáculo que podemos disfrutar con unos simple prismáticos, utilizando un telescopio podemos ver con aún más detalle su interior. Esto es precisamente lo que hicimos Antonio de Arcos y yo mismo en las noches de los últimos meses. Abajo podéis ver la gigantesca nube y las estrellas recién formadas en su interior (el llamado Trapecio).

La Nebulosa de Orión vista desde el T50 del Observatorio Astronómico Aula EspaZio Gela. Procesado: Antonio de Arcos y Ricardo Hueso.

Dependiendo de su masa, las estrellas pueden brillar durante miles de millones de años. Inevitablemente, sin embargo, terminan agotando su combustible. Qué sucederá en los últimos días de la estrella dependerá, una vez más, del tamaño del objeto. Como norma general podemos decir que, cuanto mayor sea la estrella, mayor será la explosión que generará.

Precisamente, la estrella que explotó alrededor del año 1054 en la constelación de Tauro perteneció al grupo de las más espectaculares explosiones que pueden llegar a verse. Hoy en día, allí podemos encontrar lo que llamamos un púlsar (del que ya hemos hablado anteriormente) y los restos de aquella magnífica explosión: un remanente de supernova. La Nebulosa del Cangrejo es precisamente el primer objeto del Catálogo Messier (M1 ) y muestra un aspecto fascinante, no demasiado lejos en el cielo de la región de formación estelar de Orión. De nuevo volvimos nuestro querido T50 hacia él con el resultado que puede verse abajo

M1, la Nebulosa del Cangrejo vista desde el telescopio T50 del Observatorio Astronómico Aula EspaZio Gela. Procesado: Antonio de Arcos y Ricardo Hueso.

Para cerrar esta historia, el ciclo de formación y destrucción estelar juega un papel fundamental en la evolución del Universo. Al menos en la parte en la que a nosotros, como seres vivos en un planeta rocoso, nos interesa. Los elementos más pesados que el helio se crean fundamentalmente en el interior de las estrellas, y sólo pueden reciclarse en nuevas estrellas y sistemas planetarios si son expulsados mediante los cataclismos que anteceden a la muerte de las estrellas. Más aún, muchos de estos elementos (en general los más pesados que el hierro) sólo se pueden crear precisamente en los mayores de estos cataclismos: las explosiones de supernova.

Lo mejor de todo es que todo esto está siempre a nuestro alcance en el cielo. Sólo hemos abordado un par de ejemplos característicos del cielo de invierno en el hemisferio norte, en Orión y Tauro, pero se pueden encontrar muchos otros casos allá donde miremos. Este es quizá uno de las aspectos más fascinantes de la astronomía: la variedad de fenómenos, muchos de ellos similares, cada uno de ellos con su sello característico y peculiar.

Cielo Oscuro

A menudo no vemos aquello que no conocemos. Y creo que es cierto también que no podemos amar lo que desconocemos. Por eso me parece importante que todas las personas aprendan, al menos un poco, a reconocer las constelaciones y las estrellas en el cielo. Porque es una riqueza más de nuestra cultura y de nuestro entorno natural. Aunque ya hemos visto en anteriores entradas que es posible ver mucho más de lo que parece desde los contaminados cielos de nuestras ciudades, también es cierto que un cielo oscuro, profundo, ayuda a dar nuestros primeros pasos por el Universo que nos rodea y a aprender a respetarlo.

He tenido la suerte de pasar unos días con la familia en Ligüerre de Cinca, en la provincia de Huesca muy cerca de los Pirineos. Además de pasear por las montañas, los bosques y los ríos y de recorrer los pueblos medievales llenos de historia, también pudimos gozar de sus magníficos cielos estrellados. No hace falta demasiado para disfrutar de esas vistas: sobran los conocimientos enciclopédicos y los equipos de observación al alcance de unos pocos. Basta con tener ganas de dar un pequeño paseo a oscuras, alejarnos de las luces y dejar que nuestros ojos se acostumbren al espectáculo. Cuando alguien nos señale por primera vez los tesoros que se esconden en las constelaciones, nos preguntaremos cómo no los habíamos visto antes.

El cielo desde Ligüerre de Cinca (Huesca, Aragón). Júpiter, cerca del horizonte en la constelación de Géminis a la que pertenecen Cástor y Pólux. Por debajo, Orión y su roja Betelgeuse se despiden ya en el cielo de primavera. Proción, de la constelación del Perro Pequeño sigue a Júpiter. Y por encima, el cúmulo de estrellas El Pesebre (o M44) nos manda su luz desde casi 600 años-luz de distancia.

Remolinos en el cielo

M51, la Galaxia del Remolino vista desde el Observatorio Astronómico Aula EspaZio Gela.

A menudo resulta sorprendente los tesoros que esconde el cielo. La galaxia espiral M51, tambien conocida como Galaxia del Remolino, es uno de ellos. La pareja que forman la galaxia espiral NGC5194 y la pequeña galaxia irregular NGC5195 es simplemente impresionante. Esto es lo que sucede cuando dos galaxias se encuentran, una suerte de canibalismo galáctico, que distorsiona la forma de las galaxias y dispara la formación de estrellas.

Para mostrar este tesoro apuntamos el telescopio T50 del Observatorio Astronómico Aula EspaZio Gela hacia la constelación de Canes Venatici, los perros de caza. Se trata de un objeto relativamente brillante, que como aquí queda demostrado es posible ver con fabuloso detalle incluso desde el corazón de una ciudad como Bilbao, tremendamente contaminada por la luz urbana. Una nuevo reto superado por Antonio de Arcos durante su Proyecto Fin de Máster. Recordemos por un momento la imagen que tomamos durante el Proyecto Begira de este mismo objeto, pero desde los maravillosos cielos de Calar Alto.

Mientras tanto, en el horno siguen haciéndose unas cuantas imágenes de las que hemos tomado durante este invierno. Algunas de ellas prácticamente a punto. Habrá que esperar un poco más para disfrutarlas. ¡La paciencia es fundamental en la astronomía!