Vista del 3.5m de CAHA con la cámara infrarroja Omega2000 montada en su foco primario. Foto tomada por Arrate Antuñano.
Esta semana he tenido la suerte de estar observando en el telescopio de 2.2m de Calar Alto con nuestro instrumento PlanetCam-UPV/EHU, bien acompañado por Fran Sanz-Requena (UEMC) y Arrate Antuñano (UPV/EHU). Nuestros objetivos en el cielo eran casi todos los planetas del Sistema Solar: Urano y Neptuno por la tarde; Venus, Marte y Júpiter por la mañana. Sin embargo, ya he hablado mucho de estos cuerpos y nuestra cámara planetaria; hoy quiero centrarme en un instrumento nuevo que seguro que nos va a dar muchas alegrías en los próximos años. Como algunos habréis adivinado ya por el título del post, me refiero a CARMENES.
La gran tormenta del año 2010 en Saturno, vista con la cámara ISS de la misión Cassini a lo largo de los meses que siguieron a su aparición. Imágenes en color casi-verdadero. Crédito: NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute
Cuando comencé este blog, allá por el mes de diciembre de 2013, los coletazos científicos de la última gran tormenta de Saturno estaban empezando a extinguirse. Sin embargo, una publicación de la que soy coautor y que ha aparecido este año en la revista Geophysical Research Letters me permite recuperar uno de los temas preferidos de nuestro equipo de investigación y en el que yo mismo he participado siempre que he tenido ocasión. Así pues, comencemos por el principio: ¿qué son las Grandes Manchas Blancas (Great White Spots, GWS) de Saturno? y, sobre todo, ¿por qué son interesantes más allá de la anécdota? Para responder a esta pregunta debemos remontarnos unos 5 años en el tiempo, ya sean años terrestres para llegar a 2010 y la última GWS, o bien años saturnianos para alcanzar 1876 y la primera GWS de la que tenemos constancia.
La semana pasada estuve charlando con Eva Caballero en La Mecánica del Caracol de EiTB sobre un cumpleaños más que relevante para la ciencia actual: los 20 años del descubrimiento de Mayor y Queloz de 51 Pegasi b, el que normalmente se cita como primer planeta extrasolar descubierto.
Los planetas extrasolares ha supuesto una auténtica revolución en la astronomía de finales del siglo XX y posiblemente lo seguirán siendo a lo largo del XXI. Es un tema que avanza a enorme velocidad y para el que ya barruntamos jugosas novedades en las próximas décadas usando las infraestructuras como el European Extremely Large Telescope o el James Webb Space Telescope, que podrían permitirnos determinar algunas propiedades atmosféricas de planetas similares al nuestro y por lo tanto acercanos aún más al escenario de detectar la presencia de vida alrededor de otras estrellas.
Aunque necesariamente desfasada por el tiempo transcurrido desde que di esta charla (finales de 2012), aquí abajo os dejo una presentación con los asuntos más básicos sobre planetas extrasolares. Insisto, esta charla ha envejecido principalmente porque hemos multiplicado los números, sigue leyendo si quieres saber en qué medida lo hemos conseguido.
Comencemos por definir el misterioso acrónimo de la entrada: PFM = Proyecto Fin de Máster. Y, ya puestos, en previsión de lo que nos vamos a encontrar por el camino, os regalo uno nuevo: MCyTE = Máster en Ciencia y Tecnología Espacial. Resulta complicado empezar de forma más árida, ¿no? Pues lo cierto es que estamos probablemente ante lo que es la parte más divertida (si va bien), aunque trabajosa (normalmente) y en ocasiones complicada (especialmente si va mal) de cursar un Máster como el MCyTE que impartimos en el Aula EspaZio.
Recuerdo que cuando estudiaba la carrera me gustaba mirar los últimos temas de los libros y pensar “Eh! Algún día comprenderé qué demonios significa esto” o alguna cosa equivalente. Confieso que no siempre lo logré, lo cual nos lleva al misterio universitario por el cual alguien puede aprobar una asignatura (incluso obtener una excelente calificación) y al mismo tiempo no saber gran cosa de la misma. Pero el ejercicio de mirar el final del libro creo que sigue siendo sano. Y quizá algún futuro estudiante de máster (sea o no del MCyTE) pueda encontrar interesante esta entrada, porque marca el punto donde los alumnos pasan de la teoría a la práctica, donde deberían enfrentarse finalmente al reto de crear algo nuevo, realizar una investigación propia o participar en un proyecto empresarial real.
Vuelvo a la carga después de unos meses sin actualizar el blog, centrado como estaba en otros menesteres profesionales que espero vayan dando sus frutos poco a poco. Y regreso con una actividad de divulgación que desarrollamos el pasado 19 de septiembre en Palencia durante las XXIII Jornadas de Astronomía “Ciudad de Palencia”, organizada por los amigos de la Agrupación Astronómica Palentina. Como siempre, fue un placer asistir a este ciclo y una maravilla poder charlar con ellos.
En esta charla me centré en una de nuestras próximas aventuras: la misión MARS 2020. En esta presentación, describo algunos de los aspectos del planeta Marte que me parecen más relevantes, además de presentar la próxima misión tal y como se encuentra definida en estos momentos. Y lo cierto es que aún quedan bastantes cosas por concretarse, en los próximos meses se irán fijando muchos aspectos que aún permanecen en el aire.
El pasado 30 de junio el día contó con 86401 segundos, es decir, uno más de lo normal. ¿Por qué? Esencialmente para adecuar el ritmo variable de nuestros días al inmutable paso del tiempo, guiado por el tiempo atómico. Como habitantes que somos de esta pequeña roca que gira en torno al Sol, seguimos necesitando mantenernos en contacto con el tiempo astronómico que marca la salida y puesta de los astros. Sin embargo, también necesitamos para el buen funcionamiento de nuestra tecnología llevar una cuenta exacta del tiempo. Los segundos intercalares nos permiten mantener una buena relación entre ambos aspectos.
Aquí os dejo un breve vídeo explicativo de EiTB en el que colaboré hace ya algunos meses. También podéis encontrar aquí un excelente artículo de mis compañeras Naiara Barrado-Izagirre e Itziar Garate (en euskera).
La galaxia M51 es un bonito ejemplo de galaxia espiral, que se encuentra además en interacción con la relativamente pequeña NGC 5195. Éste es uno de los muchos ejemplos de los que disponemos en el cielo para comprender la estructura de nuestro hogar, la Vía Láctea.
¿Qué podemos hacer para comprender la forma de nuestra galaxia, en la que nos encontramos inmersos? Este es un problema sumamente complejo, contra el que pelearon grandes astrónomos como Jacobus Kapteyn, Bertil Linblad y Jan Oort, por citar algunos de los más importantes de comienzos del siglo XX. Galileo Galilei determinó que la Vía Láctea que vemos en el cielo es un enorme río de estrellas, sin embargo, era complicado establecer paralelismos con las nebulosas espirales que desde el siglo XVIII iban descubriendo los grandes observadores como Charles Messier o William y Caroline Herschel. Observando cuidadosamente nuestros vecinos cósmicos, mientras al mismo tiempo trazábamos estadísticas de nuestro vecindario estelar fue posible finalmente, y en tiempos relativamente cercanos, determinar que nuestro hogar no era tan diferente de los que vemos en el cielo.
Retrato de Galileo Galilei realizado por Justus Sustermans en 1636 durante el arres- to de Galileo. Esta es una imagen de importante carga simbólica que muestra el respeto que aún se tenía por el científico condenado. Aunque ya en un estado físico deplorable, Galileo preserva la intensidad e inteligencia de su mirada, magníficamente capturada por el pintor de los Medici. Galeria degli Uffizzi. commons.wikimedia.org
Hace unas semanas se publicaba en el número 15 de la publicación de CIC Network un artículo que escribí a finales del año pasado sobre Galileo Galilei y su papel como científico, ingeniero y filósofo. Podéis descargar el artículo completo de aquí.
Hoy debería estar escribiendo sobre el 25 aniversario del Telescopio Espacial Hubble y el papel de éste en la astronomía planetaria. Pero esta semana hemos perdido a un grande, nuestro querido Javier Gorosabel, y aunque he ido retrasándolo, la verdad es que el cuerpo me pide hablar un poco de él. Mucho se ha escrito, y muy bien, por gente que convivió con él mucho más de lo que yo lo hice. Pero con ese estilo suyo tan particular, fue también importante en mi vida en los dos últimos años: sirvan como prueba las muchas veces en que se le cita en este blog.
De izquierda a derecha: Javier Gorosabel, Santiago Pérez-Hoyos y Ricardo Hueso durante la observación de BEGIRA el 13 de febrero de 2014.
En los últimos tiempos he colaborado en varios trabajos que pretenden arrojar luz sobre uno de los grandes misterios del planeta Júpiter: ¿de dónde viene su aspecto rojizo? Cualquier persona, al hablar de Júpiter y el color rojo, pensará inmediatamente en la estructura más grande y peculiar del planeta: la Gran Mancha Roja (o GRS de sus siglas en inglés). Sin embargo, ¿es realmente la GRS lo más rojo que podemos encontrar en el planeta? Lo cierto es que no, y esto nos puede proporcionar algunas ideas interesantes sobre el origen de la coloración en este planeta, tal y como planteamos en un artículo liderado por Amy Simon (NASA Goddard Space Flight Center) y recientemente publicado en el Journal of Geophysical Research (Planets).
Imagen en color verdadero obtenida con el Telescopio Espacial Hubble en 1995. Las regiones indicadas han sido analizadas espectralmente para el trabajo de Simon et al. (2015). Tal y como se explica en el texto y es evidente en esta imagen, la GRS no suele ser la región más roja del planeta.