Supongamos que miramos al cielo con nuestros ojos infrarrojos (sí, esos que tienes guardados por ahí…). Después, gracias a nuestros superpoderes recién adquiridos, iríamos apagando todas las fuentes de luz en esa región del espectro infrarrojo. Primero las más evidentes, las estrellas. Después, los cuerpos del Sistema Solar incluido el polvo que da lugar a la luz zodiacal. Las galaxias más lejanas. Todo. ¿Qué queda?
Lo que queda pueden ser las fuentes de radiación infrarrojas que nuestros instrumentos no pueden resolver pero que están ahí, iluminando el cielo débilmente con su brillo. Recientes publicaciones defienden que el estudio de la distribución espacial de esas fuentes infrarrojas sin resolver nos pueden dar pistas sobre la distribución de la materia ordinaria en el Universo. Algunos de ellos sostienen que incluso una fracción considerable de las estrellas podrían encontrarse fuera de las galaxias, formando extensos halos que habitualmente se escapan de nuestros análisis del cielo. Si esto es cierto, es una buena noticia, ya que estas estrellas podrían dar cuenta de parte de la materia perdida. Sabemos que debe estar ahí pero no tenemos ni idea de dónde. Y también podría explicar por qué el cosmos cercano está más ionizado de lo esperado.
Este asunto es el tema central de mi última entrada en el blog Mapping Ignorance, espero que encontréis el post tan interesante como a mí me ha parecido este problema.
Deje una respuesta