Mercurio, el planeta más cercano al Sol de nuestro sistema, esconde múltiples secretos. Realmente apenas conocíamos ni su superficie, hasta que el sobrevuelo de la Mariner 10 a mediados de los 70 nos devolvió las primeras imágenes. En la actualidad, la sonda MESSENGER de NASA, orbita en torno al planeta y nos ofrece todo tipo de datos sobre él. Algunos de los más difíciles de interpretar hacen referencia a su campo magnético.
El campo magnético de Mercurio es único en el Sistema Solar, dado que se trata de un campo dipolar, al igual que la Tierra, Júpiter o Saturno, pero, al contrario que estos, es un campo asimétrico. Es decir, uno de los polos es más intenso que el otro.
Resulta difícil comprender una situación en la que una serie de condiciones de contorno simétricas puede dar lugar a la formación de un campo magnético asimétrico. En mi última entrada en el blog Mapping Ignorance, comento un trabajo reciente en el que se ha conseguido, introduciendo las anomalías ecuatoriales de la corteza del planeta, generar un campo prácticamente idéntico al observado. Se trata de un bonito ejemplo de cómo emplear los modelos numéricos para ver más allá de lo que está a la vista.
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