Veíamos en la entrada anterior que nuestro cielo siempre está dominado por las estrellas. Bien sea durante el día, con nuestro Sol brillando por encima del horizonte, bien sea durante la noche, cuajada de estrellas en un cielo oscuro. La única excepción son las noches de Luna llena, cuando nuestro satélite domina las vistas nocturnas.
Pero, ¿cómo se forman y destruyen las estrellas? Las estrellas se crean a partir de gigantescas nubes formadas principalmente por gas hidrógeno, en menor medida helio y en cantidades ridículas, pero a la postre determinantes, por polvo. El cielo de invierno nos brinda la ocasión de ver una zona de formación estelar. Colgando del cinturón de Orión, podemos encontrar la fantástica Nebulosa de Orión (o M42) mostrando estrellas recién formadas o en proceso de hacerlo. Aunque éste es un espectáculo que podemos disfrutar con unos simple prismáticos, utilizando un telescopio podemos ver con aún más detalle su interior. Esto es precisamente lo que hicimos Antonio de Arcos y yo mismo en las noches de los últimos meses. Abajo podéis ver la gigantesca nube y las estrellas recién formadas en su interior (el llamado Trapecio).
Dependiendo de su masa, las estrellas pueden brillar durante miles de millones de años. Inevitablemente, sin embargo, terminan agotando su combustible. Qué sucederá en los últimos días de la estrella dependerá, una vez más, del tamaño del objeto. Como norma general podemos decir que, cuanto mayor sea la estrella, mayor será la explosión que generará.
Precisamente, la estrella que explotó alrededor del año 1054 en la constelación de Tauro perteneció al grupo de las más espectaculares explosiones que pueden llegar a verse. Hoy en día, allí podemos encontrar lo que llamamos un púlsar (del que ya hemos hablado anteriormente) y los restos de aquella magnífica explosión: un remanente de supernova. La Nebulosa del Cangrejo es precisamente el primer objeto del Catálogo Messier (M1 ) y muestra un aspecto fascinante, no demasiado lejos en el cielo de la región de formación estelar de Orión. De nuevo volvimos nuestro querido T50 hacia él con el resultado que puede verse abajo
Para cerrar esta historia, el ciclo de formación y destrucción estelar juega un papel fundamental en la evolución del Universo. Al menos en la parte en la que a nosotros, como seres vivos en un planeta rocoso, nos interesa. Los elementos más pesados que el helio se crean fundamentalmente en el interior de las estrellas, y sólo pueden reciclarse en nuevas estrellas y sistemas planetarios si son expulsados mediante los cataclismos que anteceden a la muerte de las estrellas. Más aún, muchos de estos elementos (en general los más pesados que el hierro) sólo se pueden crear precisamente en los mayores de estos cataclismos: las explosiones de supernova.
Lo mejor de todo es que todo esto está siempre a nuestro alcance en el cielo. Sólo hemos abordado un par de ejemplos característicos del cielo de invierno en el hemisferio norte, en Orión y Tauro, pero se pueden encontrar muchos otros casos allá donde miremos. Este es quizá uno de las aspectos más fascinantes de la astronomía: la variedad de fenómenos, muchos de ellos similares, cada uno de ellos con su sello característico y peculiar.
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