Resulta raro para un científico planetario como yo verse involucrado en la observación de las gigantescas y lejanas explosiones de Rayos Gamma, o GRB por sus siglas en inglés. Sin embargo, todo cambió desde que Javier Gorosabel se arrimó a nuestro Grupo de Ciencias Planetarias-UPV/EHU con la Unidad Asociada del CSIC que se creó y el proyecto educacional BEGIRA del que ya he hablado en este blog.
El pasado día 14, tanto Javier como yo estábamos en el congreso de la SEA en Teruel. Pero Jesús Ugarte, el estudiante que tenemos en común realizando un Proyecto Fin de Máster para el Máster en Ciencia y Tecnología Espacial, estaba de guardia. Aquella noche era su última ocasión para comprobar algunas herramientas que había estado desarrollando para el uso remoto del telescopio de 1,23m de Calar Alto, una tarea también englobada de lo que entendemos como BEGIRA. El día anterior, conduciendo hacia Teruel, recibimos el aviso de un estallido de Rayos Gamma en una lejana galaxia, en condiciones adecuadas para observarla desde Calar Alto a la noche siguiente. Sin embargo, el brillo de estos objetos en el visible (lo que técnicamente se conoce como afterglow) se atenúa rápidamente. Tanto es así, que su magnitud cuando lo observó Jesús eran tan solo 21.4, millones de veces más débil del objeto que más débil que podemos ver a simple vista en un cielo oscuro.
La observación mereció la publicación de la circular GCN #16810 y sin duda aportará información complementaria para futuros trabajos científicos sobre este objeto. Como decía al principio, para un científico planetario como yo estos lejanos objetos son, realmente, como señales desde el infinito. Una suerte poder presenciarlas.
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