Nuestra Luna es fascinante. Cualquier niño que la haya visto a través de un pequeño telescopio habrá quedado marcado de por vida. Yo recuerdo un pequeño telescopio rojo, regalo de mis padres, y las noches de verano en el pueblo de mis abuelos. Los cráteres y las montañas eran extrañamente familiares, y al mismo tiempo me hablaban de mundos lejanos y sorprendentes.
No tenemos vecino más próximo que la Luna y, a pesar de todo, son muchas las cosas que desconocemos sobre ella. Cómo se formó o por qué la cara oculta y la visible son tan distintas son algunas de las cuestiones más candentes. Sin embargo, en las últimas semanas hemos asistido a importantes avances para esclarecer estas cuestiones, tal y como relato en mi última entrada para Mapping Ignorance. Aún nos queda mucho por aprender pero al fin y al cabo, ¿no es eso lo que nos mueve?
[Leer la entrada completa en Mapping Ignorance]
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¿Nunca te ha parecido ver la Luna completa cuando sólo había un gajo iluminado? La respuesta se llama “luz cenicienta” y es la luz del Sol reflejada por la propia Tierra la que nos permite ver el resto de nuestro satélite. Esta imagen de 2011 fue tomada con mis alumnos de Astronomía y Astrofísica del Máster en Ciencia y Tecnología Espacial de la UPV/EHU desde el Observatorio Aula EspaZio Gela.
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