Acabo de publicar un nuevo libro de divulgación científica titulado Manual para la destrucción del planeta Tierra, con Menoscuarto Ediciones dentro de la serie El Arca de Darwin. Ya lo podéis encontrar en preventa en vuestras plataformas digitales favoritas y dentro de muy pocos días estará en las librerías. En este libro se aborda un tema que pienso que es de máxima actualidad: cómo el cuidado de nuestra atmósfera es una urgencia para nuestra propia supervivencia.
Vivimos sobre un pequeño planeta que orbita alrededor de una estrella más de las que pueblan nuestra galaxia. A nuestro alrededor, el universo despliega su enorme energía en forma de diferentes fenómenos que podrían destruirnos en solo un segundo. Así parecen atestiguarlo nuestros desolados vecinos del sistema solar y los silenciosos planetas extrasolares. Pese a todo, la vida ha sido capaz de medrar en esta pequeña roca y sobrevivir de alguna forma a todos los embates del cosmos. Este no es un libro para crear alarma o inquietud, a través de él nos asomaremos a algunos de los numerosos peligros con los que el cosmos nos amenaza cada día para descubrir que el elemento crítico para nuestra supervivencia es asimismo el más delicado: nuestra frágil atmósfera.
¡Cómo pasa el tiempo! Pero la maquinaria sigue a pleno rendimiento. Hoy vengo para colgar el acceso al Seminario de Postgrado que estoy impartiendo este año para las Aulas de la Experiencia de la UPV/EHU en Bilbao. Se llama Explorando nuevos mundos y podéis acceder a las presentaciones a través de este enlace. Iré añadiendo presentaciones hasta que termine el curso.
“El espacio no es un lugar remoto. Está a una hora en coche, si puedes conducir hacia arriba”. Esta frase del siempre brillante y polémico astrofísico Fred Hoyle tiene muchas lecturas. Ante el reciente incidente espacial entre Rusia y Estados Unidos nos ofrece una nueva interpretación. Apenas cien kilómetros sobre nuestras cabezas se desarrolla la misma estrategia geopolítica que en la superficie del planeta, con los mismos defectos y los mismos peligros para la humanidad.
Hace décadas que el gran divulgador Carl Sagan imaginó magistralmente diferentes ambientes para la vida en un sistema solar que poco a poco íbamos descubriendo. En tiempos recientes, las especulaciones han ido dejando paso a evidencias firmes de que algunos de estos entornos tienen el potencial de albergar hábitats extraños pero sospechosamente familiares. Los últimos datos científicos nos permiten enfocar la búsqueda hacia los lugares que parecen más probables.
En las últimas semanas, varias noticias han dibujado tres situaciones muy distintas. El fosfano en Venus nos invita a pensar en formas de vida suspendidas a gran altura, en un hábitat completamente aéreo. Apenas unos días más tarde se anunciaban nuevos resultados sobre Encélado, una de las lunas heladas de Saturno, que enfatizaban la idea de un océano encapsulado. Finalmente, Marte volvió a presentar su candidatura para la habitabilidad con la confirmación de lagos de agua líquida y salada bajo su superficie.
¿Vida en las nubes, en un océano atrapado por el hielo o en lagos subterráneos? No son lugares tan extraños como podría parecer.
El descubrimiento en nuestro infernal vecino Venus de una molécula considerada como biomarcador o “huella de la vida”, el fosfano, ha sorprendido a los científicos que trabajamos en las atmósferas planetarias. Recuperados del primer impacto y tras los ríos de tinta que han corrido, tanto elogiando como rebajando el descubrimiento, llega el momento de reflexionar sobre los siguientes pasos que debemos dar para llegar a una respuesta concluyente.
Hoy vuelvo por estos lares para anunciaros el lanzamiento de mi libro “Atmósferas Planetarias”, maravillosamente editado por Marcombo en su serie de Astronomía. Debo agradecer enormemente a los editores de la serie (Jordi Lopesino y Ángel Gómez Roldán) su paciencia y su excelente trabajo.
¿Y sobre qué trata este nuevo libro? Aquí tenéis la información que escribimos para la contra:
Buena parte de los planetas del Sistema Solar están rodeados por atmósferas, cuyos fenómenos meteorológicos están al alcance de pequeños telescopios. Los datos que cada día se recogen desde todo tipo de observatorios, desde los grandes colosos de 10 m hasta los humildes telescopios de 15 cm de diámetro, contribuyen de forma decisiva a apoyar la exploración espacial de estos cuerpos. Atmósferas extremadamente activas, como la de Júpiter, misteriosas, como la de Venus, lejanas, como las de Urano y Neptuno, pueden ser observadas por cualquier astrónomo, de cualquier edad y prácticamente cualquier equipo. ¿Te animas a colaborar en esta exploración?
Observación de las atmósferas del Sistema Solar cubre un hueco entre la extensa bibliografía astronómica en español. Con él podrás aprender no solo los rudimentos de la observación planetaria, sino también la ciencia que la hace necesaria y las técnicas más básicas que te permitirán realizar un análisis científico de tus propios datos. También te servirá para entrar en contacto con las redes internacionales de observadores, que contribuyen a las bases de datos que nos permiten conocer la evolución de estos fascinantes objetos.
Este libro está pensado como una introducción para aquellos que se sienten atraídos por la observación planetaria y quieren poner a prueba nuevas formas de explorar el Universo desde sus observatorios. Presentado de una forma comprensiva, pone a tu alcance un buen número de herramientas fundamentales que te permitirán seguir creciendo como astrónomo tiempo después de haber leído este volumen.
Después de una largo parón en el mantenimiento de este blog, vuelvo para publicar la charla que ayer tuve la suerte de presentar en el ciclo “Literatura, Ciencia y Naturaleza” que organiza la Zientziateka de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU como prólogo al ciclo de literatura Gutun Zuria. Fue como siempre una experiencia muy divertida y enriquecedora para mí, ya que me permitió reflexionar un poco sobre mis propias lecturas. Desde crío soy un ávido lector, entre otras cosas de ciencia-ficción, pero mis lecturas siempre han sido indisciplinadas y un poco caóticas. ¡A ver si este ejercicio sirve para poner un poco de orden en mi cabeza!
Aunque la noticia se va enfriando, tiene toda la pinta de que va a ser uno de los grandes temas de este año 2017. La semana pasada estuve en La Mecánica del Caracolcharlando con Eva Caballero sobre este y otros temas. Comentamos las nuevas evidencias que el GTC ha conseguido sobre la existencia del ya famoso Planet 9, y también comentamos el bautizo de nuestro nuevo objeto preferido del Sistema Solar: Javiergorosabel.
Este post fue publicado originalmente en Mapping Ignorance. Si quieres ver la entrada original (en inglés) Pincha aquí.
Cassiopeia A es un remanente de supernova, es decir, lo que una explosión de supernova dejó atrás hace más de 13.000 años. A pesar de encontrarse lejos de nosotros, es aún una potente fuente de radio. Esta imagen fue construida con el esfuerzo conjunto del Telescopio Espacial Spitzer en el infrarrojo (rojo), el Telescopio Espacial Hubble en el visible (naranja), y el Observatorio Chandra de Rayos-X (azul y verde). Crédito: NASA/CXC/SAO
Vivimos en un universo violento. Las escalas de energía involucradas en muchos de los fenómenos astrofísicos son capaces de eliminar nuestro planeta, por no hablar de la vida tal y como la conocemos. Pero, de alguna forma, hemos estado viviendo hasta ahora en un delicado equilibrio. Este equilibrio se ha visto punteado por catástrofes relativamente modestas que posiblemente han moldeado nuestra evolución. La espada de Damocles pende sobre nuestras cabezas y hay poco que nosotros podamos hacer al respecto, excepto mantener un ojo puesto en el cielo.
Llevaba mucho tiempo sin colgar ninguna entrada. Aunque confieso que tengo varios borradores a medias, entre las clases del Máster en Ciencia y Tecnología Espacial y el trabajo científico “regular” (de cuyos frutos espero hablaros pronto) me había sido imposible retomar este blog. Sin embargo, hoy ya no puedo poner ninguna excusa más ya que el tema que surgió el viernes pasado me resulta demasiado conmovedor como para dejarlo pasar.
La semana pasada se hizo público que la Unión Astronómica Internacional aceptaba las denominaciones propuestas por las instituciones ganadoras del pasado concurso Name ExoWorlds que dio nombre a una serie de planetas extrasolares. La exitosa iniciativa Estrella Cervantes liderada por el Planetario de Pamplona y la Sociedad Española de Astronomía ha permitido promover un nuevo nombre para dos planetas menores del Sistema Solar. El primero es (6138) 1991 JH1, que pasa a denominarse Miguelhernandez en homenaje al poeta español. El segundo es (6192) 1990 KB1 a partir de ahora será oficialmente reconocido como Javiergorosabel.
A partir de ahora ya podemos decir que nuestro buen amigo y compañero está en los cielos sin caer en ningún tipo de licencia poética. Creo que a él le habría gustado, sobre todo porque es algo discreto, nada llamativo, pero que le permite estar un poquito más cerca de sus estrellas y sus galaxias. Estos días hemos recibido imágenes del objeto tomadas por compañeros que trabajaron con él pero permitidme que destaque de entre todas el vídeo que tomaron desde el Observatorio de Guirguillano, un lugar al que le encantaba ir para arrimar el hombro como uno más y donde me consta que se hizo unos cuantos buenos amigos.