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Las decisiones políticas influyen sobre los impulsores de cambio global. Estos impulsores de cambio pueden provocar cambios en los ecosistemas, y por tanto, afectar al flujo de servicios que éstos proporcionan a la sociedad. Estos servicios son la base del bienestar humano y de su buen funcionamiento depende el futuro económico, social, cultural y político de las sociedades humanas, por lo que su conservación es prioritaria.
En este sentido, la Infraestructura Verde definida por la Estrategia Europea como“una red estratégicamente planificada de espacios naturales y seminaturales y otros elementos ambientales diseñados y gestionados para ofrecer una amplia gama de servicios ecosistémicos” surge como una alternativa sostenible para alcanzar dicho objetivo.